Dejó el fútbol para salvar una vida

Conocé la conmovedora historia de Lulo Benítez, un delantero de Central Larroque (Liga de Gualeguaychú) que abandonó las canchas para donarle parte de su hígado a su sobrino de nueve meses. 

La conmoción todavía no pasa en Larroque, una pequeña localidad entrerriana de casi 7.000 habitantes ubicada a casi 50 kilómetros de Gualeguaychú. Allí se habla de un solo tema: el enorme gesto de Lulo.
Lulo es Alejandro Benítez, goleador y símbolo de Central Larroque, un club habitué de los torneos federales de Ascenso. Este delantero de 30 años dejó de ser el referente de un plantel: ahora es el ídolo de un pueblo. En una muestra de amor gigante, abandonó las canchas para donarle parte de su hígado a Milo, su sobrino de nueve meses, quien peleaba por su vida debido a una severa artresia de las vías biliares, una enfermedad poco frecuente que se manifiesta después del nacimiento. “Era una flor que se marchitaba y ahora volvió a vivir”, cuenta este atacante, quien largó el fútbol para convertir el mejor gol de su vida.
-¿Por qué decidiste ser donante?
-Era una cuestión de vida o muerte, no podía fallar. Yo era la única persona compatible junto a la mamá de Milo, mi hermana, pero ella está operada del corazón y había un riesgo grande. Y como esperar una donación cadavérica era casi imposible por la situación en la que se encontraba mi sobrino, decidí abandonar todo y hacerlo por él.
-¿Te duele dejar el fútbol?
-Y… se va a extrañar. Tengo toda una vida en el club. Uno hace mucho esfuerzo para entrenarse, teniendo una vida y un trabajo aparte, pero obviamente hay cosas más importantes y no me voy a arrepentir nunca de lo que hice.
-¿No hay chance de que vuelvas a las canchas?
-Me dijeron que el hígado ya no vuelve a regenerarse al cien por ciento y para recuperarme tengo que hacer reposo absoluto durante casi un año. Recién a esta altura del año que viene podría empezar a moverme, y ahí tendría que ver si no surgen dolores o complicaciones. Y el ritmo y los roces de una competencia también podrían ser un riesgo. Aparte acá son complicados… Se enteran de que te operaron y van a pegarte directo a la cicatriz, je.


-Pero a la cancha vas a seguir yendo, imagino…
-¡Ni hablar! El domingo pasado jugamos de visitante y estuve prendido a la radio. No fui porque no habían pasado ni dos semanas de la operación y todavía tengo un drenaje puesto. Pero ni bien pueda, estaré firme en la tribuna con mate en mano, je.
-¿Qué te dicen tus compañeros?
-Obviamente me apoyan todos. También me hablaron y me dieron fuerza rivales de toda la vida y jugadores con los que en la cancha capaz alguna vez cruzamos una patada o un codazo. Eso me conmovió.
-¿Cuándo contaste en el club que ibas a dejar de jugar?
-Con Marcos Viale, nuestro técnico, hablé del tema en enero, antes de arrancar el Federal C (quinta categoría para clubes indirectamente afiliado a la AFA). Le dije que yo ya estaba decidido y que en cualquier momento ya no iba a poder estar más. Se lo comenté un poco también por el armado del plantel y los refuerzos que podía llegar a necesitar. Para colmo, en el torneo local (Liga de Gualeguaychú) hice tres goles en las primeras tres fechas. Venía bárbaro, ja. Pero desde ese momento ya no jugué más porque se terminó de confirmar lo del trasplante y me enfoqué en ese tema.
-¿La operación en qué consistió?
-Suponiendo que el hígado se divide en ocho porciones, a mí me sacaron dos, la mejor parte del lóbulo izquierdo. Fueron más de 12 horas de operación en simultáneo conmigo y Milo. Lo que me sacaron, se lo insertaron a él prácticamente como un hígado nuevo. Por suerte, el haber hecho deporte toda la vida sirvió para que mi hígado estuviera en perfecto estado, aunque en la cirugía se encontraron con que yo tenía dos arterias en el órgano, algo que no habían visto nunca. Fue una complicación y hasta estuvieron a punto de abortar el trasplante, pero por suerte salió todo bien y hoy Milo sigue mejorando.

Por Andrés G. Casco (Interior Futbolero) para Diario Olé. 

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