“Sufrimos años de abandono”

Juan Colombo, héroe de Malvinas y ex jugador de Ferro de General Pico, describe sus vivencias en la guerra de 74 días. Campeón con Estudiantes de La Plata en el Nacional del ´83, sabe que había logrado el título más importante menos de un año atrás: el de la supervivencia. 

Por Andrés González Casco (Interior Futbolero)

2 de abril de 1982. Miles de jóvenes argentinos desembarcaban en un lugar para el cual no estaban preparados. Muchos nunca más iban a volver. Allí quedarían sepultadas las aspiraciones de aquellos soñadores, empujados a defender la patria por quienes verdaderamente debían hacerlo. Varios sobrevivieron, pero fueron víctimas de un abandono y olvido con los cuales fue muy difícil aprender a vivir. Y jamás lograron reinstalarse en la sociedad.

El fútbol y los clubes fueron testigos del conflicto de las Islas Malvinas. Cientos de jugadores en crecimiento, obligados en casi todos los casos y apartados de sus sueños, reemplazaron sus botines por calzado de guerra y sus camisetas por uniformes de color verde pardo. Tal es el caso de Juan Colombo, un mediocampista oriundo de Roque Pérez (Buenos Aires) que se había ido a La Plata a cumplir su sueño: el de jugar en Primera. Fruto del fútbol del interior, se sobrepuso a la guerra de 74 días y volvió para ser campeón. Pero un campeón de la vida. Después de varios años en Estudiantes, donde se consagró en el Nacional del ´83, desembocó en Ferro de General Pico.

“Arranqué de chico en el club de mi pueblo, Atlético Roque Pérez. A los 16 años me fui a Pedernales de 25 de Mayo, donde me pagaban para jugar. Después, a los 18 tuve la suerte de quedar en Estudiantes. Empecé a entrenarme ahí hasta que me tocó hacer la Colimba. Después volví a entrenar y cuando Bilardo llegó al club, me tuvo en cuenta para la Primera. Como anduve bien y era grandote, me llamaron para estar con el plantel en City Bell. Era un paso gigantezco”, cuenta Juan sobre sus inicios.

-¿Llegaste a debutar en ese momento?

-No. Esa semana, antes de ir al country y sumarme a las prácticas, ya estaba en el Regimiento 7 de Infantería. El destino quiso que, en lugar de estar entrenándome para jugar en Primera, lo hiciera para ir a una guerra. Ninguno de nosotros pensaba que iba a ir a Malvinas, pero la Junta militar creyó que llenando la isla de soldados ganaríamos la guerra.

-¿Cómo te pegó eso de dejar el fútbol e ir a un campo de batalla?

-Fue muy duro. Si tenía que volver, quería hacerlo sano. No quería volver sin poder jugar nuevamente al fútbol. No sabría cómo enfrentarlo. Volví sólo con los pies duros por el frío y la humedad, pero sin ningún problema grave o heridas. Lamentablemente tuve una hepatitis que me dejó dos meses en cama y demoró mi vuelta a Estudiantes. Parecía que todo se complotaba para que yo no volviera a jugar, pero no bajé los brazos y a fines de noviembre del ´82 pude regresar a los entrenamientos. En diciembre tuve muy buenas prácticas y Bilardo recomendó que me hicieran contrato. 

-¿Cómo sentís que fueron recibidos tras esos meses que pasaron allá?

-La sociedad hizo lo que tenía que hacer. Fue solidaria. Pero el Estado argentino no. Cuando volvimos, hubo una “desmalvinización”. Tal vez había que desprestigiar o minimizar lo que hizo la dictadura y nos vimos involucrados. No hubo atención médica correcta para nosotros. Si necesitabas una prótesis, el Estado no te la daba. Sufrimos años de abandono. Por eso creo que hubo tantos suicidios. Yo tenía la suerte de vivir del fútbol, pero no todos. Si hubiera habido una atención psicológica, se habrían impedido varios suicidios.

-¿En qué te marcó la guerra y ese tiempo que estuviste allá?

-Cuando se habla de Malvinas, lo primero en lo que pienso es en quienes se murieron. Es algo que nos pasa a todos los que estuvimos allá. Perdí a un amigo, José Luis del Hierro, que era de Mar del Plata. El mejor homenaje que podemos realizarles es hacer que los chicos de hoy sepan de esta gente, mantener viva la causa.

-¿Creés que esos suicidios fueron causa de un sentimiento de culpa por quienes habían perdido la vida?

-Fue una situación difícil, pero no sé si fue por eso. Cuando volvimos, éramos héroes. Nos paseaban en andas, pero cuando te bajaban de los hombros y terminaba la recorrida, tenías que salir a buscar a laburo. Costaba mucho. Eras la estrella máxima y de pronto te dabas cuenta de que no tenías trabajo. ¿Cómo asimilás eso con 19 años? Fue muy jodido reinsertarse en la sociedad, sentirse útil. Yo por suerte volví a mi casa y sabía que tenía el fútbol, pero si hubiera vuelto con un dedo menos y no hubiera podido retornar a la actividad, no sé que habría hecho.

-Pese a que volviste a pisar una cancha, ¿sentís que aquel conflicto te cortó tu carrera?

-Es posible, lo de Malvinas ocurrió justo cuando iba a quedar de manera permanente en el plantel de Primera de Estudiantes. Pero al final pude jugar tiempo después y no me fui frustrado. Incluso jugué tres partidos en el Nacional del ´83, del cual fuimos campeones. Siento que la vida me dio una mano para reinsertarme y recuperarme psicológicamente de la guerra. Eso gracias a Estudiantes, que me trató maravillosamente.

-¿Creés que las lesiones que tuviste cuando volviste a jugar tuvieron relación con lo que habías pasado?

-Seguramente influyó eso. El organismo sufrió un sacudón fuerte en la guerra. La tensión nerviosa desembocó en una hepatitis. Pero en esa época también se entrenaba diferente. Yo no tenía una buena base física de inferiores y el físico, ante la exigencia, pasaba factura. Fue un cóctel de factores que me produjeron muchas lesiones.

-¿Cómo llegaste al fútbol del interior?

-Fui a Ferro después de Estudiantes. Dejé el club porque no quería abusar más de lo que habían hecho por mí. Al tiempo me fui a entrenar a Estudiantes de Buenos Aires, pero era muy poca plata la que me ofrecían y no me podía mantener. Y terminé en 1987 en Ferro de General Pico, que estaba en la B Nacional,  porque me recomendó Bilardo.

-¿Cómo fue tu paso por Ferro?

 -Allá descendimos, pero yo me fui antes. En una nota critiqué a los dirigentes y me terminaron echando. La pasamos mal económicamente allá. Después estuve cerca de fichar en Independiente y en Logroñés de España, pero la rodilla me empezaba a fallar. Así que decidí dejar. Sólo volví a jugar acá en la Liga Lobense.

-¿Hoy seguís ligado al fútbol?

-Sí. Cuando volví en 1998 al pueblo agarré todas las inferiores de Atlético Roque Pérez y puse todo patas para arriba. Al tiempo terminaron siendo tricampeones los pibes que agarré. Y ahora estoy como coordinador, casi siempre voy a ver a las inferiores.

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Colombo en Estudiantes de La Plata.

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Colombo en Ferro de General Pico (1987/88).

Fotos: En Una Baldosa

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