El arquero no sabe qué ni quién le pegó, ni con qué lo hicieron. Lo único que recuerda es haber caído al piso y no poder levantarse porque sentía que su pierna “estaba muerta”. Estando de espaldas a una de las tribunas de Deportivo Aguilares, el arquero sintió el zarpazo y después, ya tendido en el suelo, relojeó cómo se armó la batahola. Hubo invasión de violentos, que intentaron apretar a los jugadores del “marino”. Hubo un principio de pedido de paz de los jugadores visitantes; también una reacción de un compañero de Gómez y después la “contra” de un futbolista de Deportivo Aguilares (ver pag 4).
“El colega que entró, en vez de sacar a los hinchas, trató de agredir a un compañero. Después, ese mismo colega, estando en el vestuario fue a agredirme a mí porque decía que yo le había hecho gestos a la tribuna. Jamás en mi vida hice un gesto ni cargué a nadie porque no me gustaría que me lo hagan a mí”, reproduce Gómez un relato que recorrió el país, además de todos los medios.
Cuando habla de “colega”, Gómez le apunta a Sergio Lobo, aunque jamás lo nombrará directamente. Recién acepta que Lobo era el villano de turno cuando LG Deportiva le consultó si Lobo era uno de los agresores. “Sí, Lobo, ese”, confió. “En Argentino B y C he vivido estas cosas, pero no al extremo de recibir un golpe de un hincha o algo”, lamenta el veterano, y carga contra Lobo. “Nunca defendería a un barra brava. Lo primero que hubiese hecho es levantar al colega caído y sacarlo de ahí”, se queja Gómez, y dispara: “Muchos de los jugadores que son de clubes con antecedentes violentos se manejan así: se quieren hacer ‘ver’ para quedar bien con la gente”.
Gómez avanza. “Por ahí a ustedes mismos (por los periodistas) son agredidos para quitarles las cámaras o grabadores. Hacen lo que sea para que nada de eso salga a la luz. Hubo periodistas de Lules que fueron a cubrir el partido y también fueron amenazados”, añade el número uno del “marino”, que además cuenta que ya él ya sabía cómo iba a terminar esa historia del domingo pasado, sin siquiera haberla escrito.
“Fue muy feo todo lo que pasó. No hubo un muerto porque Dios es grande… Antes de empezar el partido, mientras estábamos en el precalentamiento, a mí me mostraron un revólver, así que imaginate”, devela.
Inmovilizado en su cama, el pelado se perderá varios días de entrenamiento debido al golpe que recibió (“creo que fue con una botella, eso veo en las imágenes de la TV”, dice después) y a que la consecuencia fue que sufrió un desgarro.
Lo peor ya pasó, asume Gómez, aunque él cree que quizás esto se pudo haber prevenido. “Le decía al árbitro (Diego Rodríguez Fernández) que tenía que poner más policías en la cancha. Sólo había seis. Había más afuera del campo que adentro. Quizás si hubiera habido tres detrás de cada arco, hubiésemos estado todos más seguros”.