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¿Subsuelo, planta baja o primer piso?: el Ascenso en tiempos de pandemia

Independientemente de los entrenamientos al compás de los testeos y protocolos, el fútbol argentino continúa en vilo, sumergido en el impasse determinado por AFA y a la espera de resolver todo aquello -mucho- que quedó pendiente. Y al momento de pensar en definiciones, las miradas viajan indefectiblemente hacia los ejemplos que ofrecieron los principales torneos del mapa. Pero, por fuera de las jugadas que animaron por televisión gran parte de la cuarentena, ¿qué ocurrió en las categorías de Ascenso de las mejores ligas del mundo? Acá y en comparativa, ¿cuál es la situación? Para el ascensor de nuestro Ascenso, ¿subsuelo, planta baja o primer piso?
Por Juan Pablo Francia.
«Traguen el veneno y acepten la injusticia; todo se equilibra al final». Las palabras pertenecen a una de las frases más célebres de ese entrenador que, desde la segunda categoría del fútbol inglés y en plena pandemia, hizo realidad un sueño de ascenso que supo esperar dieciséis años para cristalizarse en el contexto menos pensado. Marcelo Bielsa, con la consagración del Leeds United en la Football League Championship y su acceso a la Premier League, no sólo enarboló la bandera de la nobleza de los recursos utilizados, sino también la de ese fútbol que, a las sombras de la Primera División, muchas veces se vio y ve postergado en los escalones del interés y la repercusión: el de Ascenso. Las imágenes de festejos y codazos -equivalentes a los abrazos en los tiempos que corren- del ex director técnico de la Selección argentina y del seleccionado chileno fueron las primeras que, luego de los regresos a la competencia en Europa, reinstalaron y reforzaron el interrogante de este lado del charco: ¿cómo hicieron allá? ¿De que forma definieron lo que acá derivó, por caso, en la presentación de San Martín de Tucumán frente al TAS y un debate inagotable? Cualquier similitud entre aquello que pronunció el rosarino que observa los partidos en cuclillas -un 5 de abril de 2015 cuando dirigía al Olympique de Marsella– y la realidad de la Primera Nacional es pura coincidencia. ¿O no tanto? «Sé que ahora nada los serena. Faltan nueve fechas. Aunque resulte imposible, no reclamen nada. Traguen veneno y fortalézcanse».
El fútbol argentino, al contrario de lo que pueda llegar a pensarse, no se movió a destiempo del de las ligas de élite. De hecho, en términos epidemiológicos, fue mucho más rápido, certero y prolijo que en el terreno deportivo y organizativo. Cuando Alberto Fernández oficializó, allá por el 19 de marzo, el comienzo de la herramienta que aún persiste como la mejor posible -aislamiento social, preventivo y obligatorio-, la pelota ya había dejado de rodar en Primera División y en la Primera Nacional: dos días antes, el 17 de marzo, AFA había presionado el botón de detención ante el reclamo y la preocupación de los propios futbolistas. Por entonces y en total, eran 79 los contagios en toda la Argentina. Es cierto, el boletín que anunciaría la cancelación de las temporadas llegaría casi un mes más tarde: recién el 28 de abril, cuando los positivos de coronavirus a nivel nacional ya eran 4127. Pero el calendario marca y marcará que Almagro le ganó 2-1 a Chacarita, el 16 de marzo, con 65 casos en todo el país y sin siquiera sospechar lo que vendría después, en el que sería el último encuentro de un torneo que, tras más de cinco meses, todavía no tiene fecha de reanudación ni formato para su definición.
En Italia, por ejemplo, el fútbol se detuvo el 9 de marzo, cuando ya eran 7375 los positivos y 433 los fallecidos. En España, el parate se anunció el 12 de marzo, con 2968 contagios y 84 decesos. En Alemania, la Bundesliga se suspendió el 14 de marzo, con 3062 infectados. Y en Inglaterra, la Premier League y la League Championship dijeron basta el 13 de marzo, con 798 casos y diez muertes. Claudio Tapia y compañía, desde Viamonte y vía Zoom, movieron piezas al ritmo de la precaución elegida y defendida por el Gobierno nacional: un anticipo sanitario a la jugada peligrosa de la pandemia. Pero la demora, quizá, se haría presente y notoria bastante más adelante: consumada la interrupción de los torneos, el suspenso se pondría cómodo para abrir la puerta, ingresar y moverse a gusto y piacere en un Ascenso que, con preocupación e incertidumbre, aún desespera por la espera. Como encerrado en un ascensor estancado, que supo ser detenido a tiempo para no caer, pero que aguarda por la ayuda de quienes acudan a arreglarlo y ponerlo en marcha para permitirle salir. Y si ese fuera el caso, ¿a qué piso se dirigirá AFA cuando el ascensor del Ascenso vuelva a funcionar?
La controversia por la reanudación del fútbol fue tan inmediata al parate como persistente y cargada de suspicacias. En el Ascenso, más aún en la Primera Nacional, el elemento disruptivo radicó en los puntos suspensivos de una temporada con casi todo por definir: sin ascensos confirmados ni campeones consagrados, Atlanta y San Martín de Tucumán ostentaban la cima de una tabla cuyas posiciones se devaluaron de un día para otro. Como si se tratara, en una analogía de la exasperación y la impotencia, de un corralito deportivo: en este caso, el de los puntos. ¿El que peleaba por el campeonato recibirá el campeonato? ¿El que depósito derrotas y una mala campaña recibirá, paradójicamente, oportunidades de ascenso? El Santo tucumano, de la mano de su presidente Roberto Sagra, fue al TAS -Tribunal de Arbitraje Deportivo- con la intención de reclamar, precisamente, eso: recibir lo que guardó. El Bohemio, por su parte y mediante el ostracismo de su mandamás Gabriel Greco, guardó silencio y prefirió esperar. Ese cuadro de situación, configurado a principios de abril, aún se sostiene. Así: inmutable, exactamente igual. El ascensor del Ascenso, detenido y en reparación desde hace meses, pasó a ser ignorado como en esos edificios en los que, ante la falta de servicio técnico, se acostumbran a utilizar otro y arreglarse con uno menos. Como en esos palieres en los que pasan y miran, casi sin querer, una puerta cerrada y clausurada por la oscuridad que asoma detrás, con un cartel maltrecho en el frente que avisa: «No funciona». Ese mismo que, arrugado, manuscrito y pegoteado con cinta adhesiva, bien podría colgarse, con razón, en otras tantas puertas del fútbol argentino.
Fue la liga de Francia la única que no se reanudó luego de la interrupción forzosa por coronavirus. Fue, también, la única que, apresurada o no, fue consecuente con su decisión y la sostuvo aún frente a la reactivación de las vecinas. Habían determinado la suspensión provisoria en marzo y a fines de abril, de forma definitiva, dieron oficialmente por concluida la temporada 2019/20. Eso mismo que AFA había establecido mediante el famoso boletín N° 5768, casi al unísono de lo ocurrido en la tierra de la Torre Eiffel -también a fines de abril-, pero con una diferencia sustancial: la marcha atrás. Mientras en Alemania la Bundesliga 2 (segunda división) retomó el 3 de junio la acción que desembocaría en los ascensos de Arminia Bielefeld y Stuttgart, sin variante reglamentaria alguna, en la Primera Nacional se acentuaba el intercambio permanente de versiones y, ante la falta de fútbol, salían a la cancha los intereses. Al tiempo que Marcelo Achile -presidente de la divisional y de Defensores de Belgrano– cerraba filas junto con los dirigentes de la categoría para aglutinarse en la vereda opuesta a la de Roberto Sagra, San Martín y el TAS, las categorías de Ascenso de las ligas más importantes de Europa ya habían puesto primera y segunda, después de haber respetado lo que habían señalado: reanudar tras un tiempo prudencial, sin modificar los esquemas de competencia ni el espíritu de los torneos. Acertado o no en lo sanitario, pero sin arrepentimientos ni volantazos en lo deportivo.
Con diez fechas por delante y su formato intacto, la Serie B italiana volvió a jugar el 21 de junio y ascendieron Benevento, Crotone y Spezia, este último a través de Reducido. Con once jornadas restantes y con las mismas reglas, La Liga 2 española retornó a las canchas el 12 de junio y lograron los ascensos Huesca, Cadiz y el Elche de Christian Bragarnik. A la segunda división inglesa (Championship) le quedaban nueve episodios y, con su reglamento establecido, se reanudó el 20 de junio: el Leeds de Bielsa, West Bromwich y Fulham accedieron a la Premier League. Y en la Ligue 2 de Francia, ese fútbol que actuó de la misma forma que el argentino con la cancelación de la temporada aunque sin retroceso, se les respetaron las posiciones a Lorient y Lens, primero y segundo respectivamente, y se proclamaron sus ascensos. Todo, allá, definido a los dos meses y medio de las interrupciones o suspensiones. Todo, acá, por verse, discutirse y ensayarse a casi seis meses de aquel boletín N° 5768 emitido por el Comité Ejecutivo de AFA. En el interín, los directivos que militan y militaron la resolución de Tapia, sea cual fuere, se encargaron y aún encargan de instalar y fortalecer la idea de que, a pesar del contexto preocupante, los vencimientos de contratos, el desmembramiento casi completo de los planteles y la desnaturalización innegable, los ascensos se dirimirán en la cancha.
Y para eso, de un modo u otro y necesariamente, deberían poner en funcionamiento ese ascensor en el que el Ascenso, desesperado por esperar, todavía prolonga su espera. Que disputar las fechas que quedan, que un Reducido con los mejores, que un Reducido con más equipos, que un Reducido que no sería reducido en participantes sino en tiempo, que una copa que otorgue clasificaciones a otro certamen, que zonas, que grupos, que esto, aquello, lo otro y demás. Once proyectos para definir y modificar las reglas de un torneo que, supuestamente, había sido cancelado. Seis meses de imprecisiones e improvisaciones que, con la conformación de una comisión especial de dirigentes llamados a ser algo parecido a ese servicio técnico que el ascensor del Ascenso exige, pueden llegar a su fin. Al menos al de ese silencio que aturde y hace retumbar el ruido del abandono. Y cuando apaguen la oscuridad con las luces encendidas, arranquen el cartel que avisaba su clausura y lo pongan en movimiento, ¿hacia dónde irán los dueños del ascensor? ¿Lograrán repararlo, presionar primer piso y levantar cabeza como si nada hubiera pasado? ¿Se conformarán con abrir la puerta en planta baja y dejarlo funcionando? ¿O, con la idea de que los del subsuelo de la tabla accedan al primer piso y se crucen entre todos, terminarán de romperlo? Hay algo claro: el Ascenso, por definición, mira siempre hacia arriba. Y AFA, con su Primera Nacional improvisada, el corralito de los puntos y esa posible definición en la que los que depositaron triunfos recibirían nada y los que depositaron derrotas podrían recibir ganancias, pareciera mirar hacia abajo y apretar sin parar el botón que la lleva al subsuelo. Porque el Ascenso argentino, en tiempos de pandemia y con un ascensor que nunca se repara del todo, se está yendo al descenso. ¿O ya se fue?