










Los hombres tenemos en el espíritu ese momento perpetuo que permite, en instantes, alrededor de una mesa o donde sea, dar lugar a interesantes charlas o germinar así, de una reunión de amigos… ¡Tanto! Como pudieron un 6 de julio de 1921, aquellos entusiastas muchachos: Villante, Sanders, Sobran, Aizpún, Actis, Longhi, los hermanos Albide, y los Melonio, Fulco, González Lombas, Manetti, Tesoriero, García, Gamba y otros que, al impulso de esas ganas de representar y ser “un serio equipo de fútbol”, forjaron insospechadamente el hecho que llegaría a ser hoy una gran Institución como es la nuestra.
Desde aquel 6 de julio de 1921 ha pasado mucho tiempo, distancia que se cuenta en años, 97 de una fructífera vida. Ha bebido la tarea de muchas otras, que a fuerza de tanto querer y al conjuro de aquella idea maravillosa gestada en la casilla de Avellaneda y Mitre, nacimos. Recorrieron alegrías y tristezas. Siempre trabajando, colaborando o simplemente siendo útil, en esa inmensa cantidad de horas, días y años que lleva viviendo con creces, la realidad incontrovertible que es hoy motivo de orgullo marplatense.
NUESTRO NOMBRE
Tras el impulso de la integración del flamante Equipo de Fútbol, surge en el espíritu de estos jóvenes una más firme y vibrante idea “¿Por qué no construirnos en Club? Solo nos falta el nombre y los colores”.
En cuanto al nombre, miles de sustantivos se barajaban pero ninguno conformaba, quizá porque sus mentores, envueltos probablemente por el halo incontenible de su juventud, anhelaban descubrir “su nombre propio”, esa palabra original y los colores, que los identificara en la floreciente ciudad de Mar del Plata. Pasan las horas, los días de reuniones y aún no fecunda la semilla que germinaba lentamente. Hasta que una tarde, el entonces arquero Pablo Albide concurre al desaparecido Cine “Select” donde exhibían –en versión muda- un interesante film con secuencias de Sudáfrica. Más precisamente de las riquísimas minas de diamante negro de la población de Kimberley.
Pablo ya no presta atención al resto; solo centra sus ojos y pensamiento en esa palara que sucesivamente aparece en la pantalla… Quinberley, Quinberley (así lo memoriza equivocadamente). Se retira del cine y en la arena de la coqueta Plaza Rocha escribe una y diez veces aquel nombre que lo había deslumbrado y que, seguramente agradaría a sus compañeros.
Camino al naciente Club se encuentra con Octavio Manetti a quien le menciona: -¿Qué te parece el nombre Quinberley para nuestro Club?
-Suena bien, contesta Don Octavio, pero conozco datos de esa población y se escribe así: -KIMBERLEY-
De más está decir la alegría con que fue recibida esa conjunción de letras y su sonido por el resto delos compañeros que al unísono dijeron: “SI, ESTE SERÁ NUESTRO NOMBRE, CLUB ATLÉTICO KIMBERLEY.
“EL DISTINTIVO ES… VERDE Y BLANCO…
COLOR QUERIDO Y LLENO DE HONOR…”
El Club que allí nació con alma y vida –en cuanto a los colores es otra historia-. Desde un principio decidieron que fueran dos, combinados o no, poco importaba, pero sí auténticos, fuera de los tradicionalmente conocidos. Alguien propone “el verde gramilla” con un SI por mayoría.
¿Y el restante? “Que tal Naranja fuerte” a semejanza del viejo balón de tiento, a rayas verticales. Pero el destino quiso que el “Blanco Inmaculado” fuera combinado con el “Verde Hierba” y más que el destino, la falta de tiempo. Porque esto sucede un martes y el domingo había partido. ¿Dónde sino en Buenos Aires se lograrían los tintes deseados? Con este encargue, viaja un miércoles el comisionista Marino a Bs. As. para obtener las camisetas a vestir. Obviamente, ninguna casa acepta lograr en solo dos días los tintes solicitados. Regresa entonces el comisionista con las únicas camisetas que pudo adquirir y al desnudar su envoltorio en la vieja casilla, fueron recibidas con total emoción, porque el destino quiso que el BLANCO INMACULADO se conjugara con el VERDE HIERBA. De ahí en más, imaginamos todo el caudal de sensaciones que habrá embargado el corazón de aquellos jóvenes en su ansia presurosa por dar el domingo “rienda suelta” al sentimiento que allí nacía con alma y vida: KIMBERLEY.
Aquel histórico equipo demostró en la cancha su orgullo por la flamante y querida divisa al tiempo que, con hidalguía comenzaban a marcar la rica historia del club en el fútbol marplatense.