El aurinegro, que definió el pleito enseguida, se floreó frente a un rival que no le hizo ni cosquillas. El “Chivo” quedó al borde de perder su participación activa en el Federal A.

Cuando está inspirado y logra hipnotizar al rival con una belleza futbolística digna de otra divisional, Olimpo hace que los partidos duren cada vez menos. En otras palabras, el rival juega si el aurinegro quiere.

El dueño de casa sintió el aliento de Liniers en la nuca apenas 11 minutos, hasta que le metió el primero (chilena de Sebastián Alvarez contra un palo) de los cuatro goles con el que se floreó en un piso –del Carminatti—recuperado, tupido, liso y donde la pelota le hace caso al que mejor la trata.

“Olimpo juega bien en una cancha donde se puede jugar, en la de Sansinena es imposible dar dos pases seguidos”, me comentó un plateista minutos después de finalizado el primer tiempo, recordándome el análisis del domingo pasado, cuando el de Cerri fue mejor que un conjunto olimpiense al que no le salió nada en un terreno, y ahí le doy toda la razón, desparejo y con manchones de tierra.

Antes de seguir, debo reconocer que la hidalguía del Chivo, que tiene la soga al cuello y está a punto de precipitarse al vacío con dirección al Regional Amateur, no rosó ni por asomo esa condición con la que solemos calificar lo que no nos gusta y tiene que ver con lo papelonezco. Su voluntad para atacar siempre adquirió una forma y un sentido, pero cada vez que Olimpo arrancó en velocidad, lo “abrió como un cierre”.

La doble A (Araujo y Amarilla) quemó el aire con diagonales de afuera hacia adentro, Leandro González y Vila fueron socios de todos y el armonioso Diego Ramírez escribe, compone y canta al mismo tiempo.

Cuando el elenco de “Cacho Sialle abre el abanico de opciones, “Agarrate Catalina”… Y si lo dejás galopar, te deja tirado como pan de picnic.

Ramírez asistió a Lea González, el pigüense, de espalda al arco, abrió sus piernas y dejó pasar el balón para Perotti, que cara a cara con Partal, tocó hacia un costado para que el gol sea de Vila. De fútbol 5.

La visita sentía que ya no podía parar la fiesta, y menos cuando tenía que correr de un lado a otro persiguiendo lo que no podía tocar porque era propiedad del que maneja el “circo”.