Una muerte evitable: las negligencias que desembocaron en otra tragedia

El fallecimiento de Máximo Gil, jugador de Huracán de Carlos Tejedor, no fue producto de la casualidad. El hecho de que la Liga del Oeste no exija estudios clínicos previos de los jugadores es una de las irregularidades más graves. Tampoco es una obligación la presencia de un médico ni de una ambulancia los días de partido.

La muerte de Maxi no fue un accidente. A veces, las tragedias, por más ilógicas y traicioneras que parezcan, encuentran una explicación en hechos u omisiones de la realidad. No es producto de la mala fortuna ni se trata de un caso aislado, sino que es consecuencia de la precariedad y la falta de prevención en muchas ligas e instituciones del fútbol del interior del país.

«Iban 30 minutos del segundo tiempo. Se sintó mareado, le pregunté si estaba bien, me contesto que sí, que caminaba un poco y se le pasaba. Después se sentó, me dio la cinta de capitán y, en un momento, uno de los utileros me dijo que se descompuso». La frase pertenece a René Vicente, el entrenador de Huracán de Carlos Tejedor, club bonaerense que milita en la Liga del Oeste. Allí jugaba Máximo Gil, futbolista de apenas veinte años y protagonista de la escena que relata René, que tuvo lugar el domingo 24 de mayo. Ante lo sucedido, el joven jugador fue trasladado al hospital local con un paro cardíaco. Por la complejidad del cuadro, fue derivado a un hospital de Junín. Allí permaneció internado en coma farmacológico hasta el viernes 29 a las 14.30, horario aproximado en el que perdió la vida.

A los arteros golpes que propinaron en las últimas semanas los fallecimientos de Emanuel Ortega y Cristian Gómez, se suma el de otro futbolista que hacía sus primeros pasos. Pero esta vez, con una particularidad que envuelve a muchos clubes humildes del interior del país: la falta de recursos y la ausencia de chequeos previos, ambulancias y médicos en los días de partido.

El 19 de abril de este año se produjo un antecedente. Huracán de Carlos Tejedor disputaba la tercera fecha del campeonato Sub 21 ante Independiente de González Moreno, por la Liga del Oeste. En ese encuentro, Gil sufrió un cuadro de convulsiones y tuvo que ser retirado del campo de juego. De allí fue llevado al hospital, en donde permaneció hasta que recibió el alta y pudo volver a jugar. El ya mencionado domingo trágico, ante Social Tres Algarrobos, era el día de su regreso a las canchas. Vicente, el técnico, le dio la cinta de capitán para motivarlo. El chico estaba próximo a cumplir 21 años y cuentan que tenían grandes chances de llegar a la Primera de su club.

El fatídico 24 de mayo, ingresaron al campo de juego dos doctores para practicarle los primeros auxilios: eran los hermanos Javier y Karina Varela, que se encontraban en la cancha observando a sus hijos, integrantes de las divisiones inferiores y de la Sub 21. La presidente de Huracán, Pamela Montes, le dijo a Interior Futbolero que Karina cuenta con una credencial de la Liga que la acredita como «médica oficial del club». La ambulancia no estaba en la cancha. Se encontraba en el hospital, a doce o quince cuadras. Para llegar, tuvo que atravesar el pueblo, aunque cuentan que no tardó más de diez minutos.

«Voy más como colaboradora que otra cosa, no tengo ningún cargo. No tengo ninguna credencial que acredite que soy médica de Huracán». Esta vez, la que habla es Karina Varela, la médica clínica anteriormente mencionada. Así, resulta una obviedad que, mientras Maxi se descompensaba en pleno campo de juego, no había ningún médico del club, sino dos espectadores que se encontraban en las inmediaciones y que voluntariamente se ofrecieron a brindar sus servicios. Sin embargo, la ausencia de un vehículo de emergencias y de un profesional dentro del campo de juego no es lo más grave. A los jugadores ni siquiera les exigían chequeos de rutina. «Nunca nos pidieron estudios médicos. Jamás me hice uno. Tendrían que haberse hecho siempre, y no esperar a que pasara algo para reaccionar», refiere Álvaro, compañero de Maxi en el plantel. La doctora, por su parte, comentó: «El año pasado propuse que los jugadores se hicieran análisis, pero nadie me dio bolilla».

El plantel de Huracán, club en el que jugaba Maxi. (Josefina Martín)

¿Por qué la Liga no exige la presencia de un médico, de una ambulancia y los correspondientes estudios a los jugadores? Está claro que el fútbol es un deporte en el que se pone en riesgo el físico en la disputa de cada pelota. Y en este caso, como agravante, las medidas de precaución son nefastas. Resultan elementales dichos exámenes clínicos y la asistencia de un servicio de salud completo para que se pueda jugar un partido. ¿Se podría haber evitado la muerte de Maxi?

Una gran cuota de responsabilidad recae sobre las autoridades de la Liga, que jamás hicieron hincapié en los exámenes clínicos para prevenir. Además, la nula exigencia a los clubes en la contratación de profesionales de la salud agrava aún más la situación. «Pasa en todos los encuentros en la Liga, no sólo en este club. Yo he jugado también en Gorra de Cuero (otro club del torneo) y jamás he visto una ambulancia ni un médico porque no lo exigen», le dijo a Juan Bruno, el capitán de Huracán, a Interior Futbolero.

En cuanto a la falta de unidades de traslado, algunos directivos consultados entienden que ciertas ciudades cuentan con pocas ambulancias, lo cual obligaría a traerlas desde localidades vecinas, generando un gasto que muchos no están en condiciones de afrontar. Sin embargo, sobre este punto, el técnico Vicente aclaró que «no es un gasto, sino una inversión».

«Ahora muchas cosas están empezando a cambiar, nos pidieron que seamos los médicos de los clubes», resaltó Varela. Ahora parece tarde. ¿Qué hubiera pasado si aquel domingo, Javier y Karina no podían asistir a la cancha? La respuesta es tan clara como contundente: «Si no hubiera habido un médico, Maxi no habría llegado a ningún lado». Es decir, de no haber sido por la voluntad de los médicos que simplemente asistían al evento, ni siquiera habría tenido la posibilidad de que alguien lo reanimara.

Por más gasto que genere, la inversión en la salud de los futbolistas debería ser innegociable. Incluso para aquellos a quienes más les duele el bolsillo. Será tarea de los dirigentes políticos y deportivos trabajar y velar por la integridad de los jugadores, para evitar que el fútbol siga llorando tragedias. Que la partida de Máximo Gil no sea en vano.


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