En este especial de Interior Futbolero homenajeamos al Albiazul campeón de la Copa Conmebol 1999. El ingreso por la ventana al torneo, el recorrido paso a paso y la agónica definición contra el CSA de Brasil.
Eran otro tiempos para Talleres. Más compatibles, quizás, con la rica historia de esta institución cordobesa. Al menos desde los ´70 en adelante, en comparación con el presente que hoy atraviesa. No sólo gozaba de buena salud en Primera División, sino que hasta se animaba a probar suerte más allá de las fronteras. Y el 8 de diciembre de 1999, dio el golpe más grande en sus 101 años de vida: le ganaba 3-0 en la vuelta al CSA brasileño y conquistaba la Copa Conmebol.
La proeza significaba mucho más que la simple gloria por la conquista. Como si eso fuera poco, era el primer y hasta ahora último título a nivel continental de un club cordobés, y la primera y única vez que una institución indirectamente afiliada a la AFA se colgaba los laureles en un certamen internacional. El Matador daba el paso que nadie de tierra adentro (sin contar a Rosario Central – campeón de este mismo torneo en el año 1995 – por ser miembro directo del ente máximo del fútbol argentino) había podido pegar, y se colgaba el cartel del último campeón americano del siglo.
Por la ventana
Lo que terminó siendo la máxima consagración hasta el día de hoy de Talleres había comenzado en realidad como una experiencia de prueba. Es más, la T ingresó a la Copa Conmebol por la ventana, luego de que Gimnasia de La Plata y Lanús desistieran de jugar el torneo. Ante la no respuesta de Argentinos Juniors a la invitación para disputar dicho certamen, la dirigencia albiazul de aquel entonces se movió rápido y logró adjudicarse uno de los dos cupos que le correspondían a la Argentina (el otro fue ocupado por Rosario Central).
“Sería un avance deportivo para la institución, y el técnico Ricardo Gareca (hoy DT de la Selección de Perú) apoyó nuestro pedido para insertarnos en el ámbito internacional”, dijo antes de la competenciaFernando Paesani, vicepresidente en ese momento del Matador. Y vaya si fue beneficiosa esta incursión para la institución cordobesa.
El camino
El recorrido para Talleres comenzó ante Independiente Petrolero de Bolivia. Con 16 participantes (14 en realidad, ya que River Plate y Rentistas, ambos de Uruguay, se bajaron antes del inicio del torneo y no se les dispuso reemplazo), el certamen se diagramó en ocho llaves a eliminación directa, algo muy similar al sistema que se aplica actualmente en la Copa Sudamericana.
Si hay algo a lo que se acostumbró la T en aquella Copa, fue a correr desde atrás en las revanchas. Y en los octavos de final no fue la excepción. Tras caer 4-1 en su debut en Bolivia (gol de José Luis Marzo), la historia parecía liquidada. Sin embargo, los de Gareca reaccionaron de locales: fue 3-0 (Ricardo Silva, Marzo y Oliva) y triunfo 5-4 por penales (el arquero Mario Cuenca le contuvo el tiro a Alberto Illanes).
En cuartos, Paraná de Brasil fue el rival. Allí, luego de ganar 1-0 en la ida (Silva) y caer por el mismo resultado de visitante, el Matador volvió a avanzar de instancia gracias a los tiros desde el punto penal y a un Cuenca implacable que contuvo tres remates (terminó 3-1).
Deportes Concepción de Chile fue la víctima en semis. Con una victoria 2-1 en la ida de local (Maidana y Oliva para la T) y un 1-1 del otro lado de la cordillera (tanto de Rodrigo Astudillo), el Albiazul alcanzó la clasificación a la final.
La definición
El último capítulo de esta epopeya tuvo como protagonista secundario a otro adversario brasileño: el Sportivo Alaogano. La ida, de visitante, fue una pesadilla para Talleres. Caía 4-1 y era bailado por el rival, pero sobre la hora apareció Astudillo para meter un descuento esperanzador (Manuel Santos Aguilar había marcado el 1-2 parcial). Y en la revancha, el Matador salió con todo y se quedó con la gloria en la última jugada, tras ganar 3-0 con un gol agónico de Julián Maidana (Silva y Darío Gigena había convertido los dos primeros tantos).
El por aquel entonces Chateau Carreras se vistió de azul y blanco y los hombres de Gareca escribieron la página dorada del club y de todo el fútbol del interior.
El dato: ninguno de los rivales a los que se enfrentó Talleres en aquella Copa Conmebol se encuentra en la máxima categoría de su país.