Primera Nacional: ¿reclamo justo, especulación, interna o marcha atrás?

Tras la cancelación oficial de la temporada por parte de AFA, un signo de interrogación gigante apareció en escena a la hora de pensar en la definición de los ascensos. Más aún en la Primera Nacional, sin campeón ni clasificaciones confirmadas. ¿Reducido? ¿Accesos a Primera por posiciones al momento de la interrupción? ¿Reanudación y disputa en cancha? Por su parte, en medio de la reelección de Claudio Tapia como mandamás de Viamonte, San Martín de Tucumán, líder de la Zona B, se quedó definitivamente con el protagonismo de esta historia: el Santo se cortó solo, pisó el acelerador a fondo y fue al TAS. Idas, vueltas y palabras cruzadas mientras, en el ojo de la tormenta, miles de trabajadores de la pelota hacen equilibrio para no caer al abismo de la incertidumbre. ¿De dónde viene y hacia dónde va el fútbol argentino de la aparente unanimidad?

Por Juan Pablo Francia.

Ese momento en que River, en pleno desarrollo de la primera jornada de la Copa Superliga y bajo un cielo gris oscuro que ponía todo en blanco y negro, le cerró las puertas en la cara a Atlético Tucumán fue, sin dudas, un punto de quiebre. ¿O de partida? La negativa del Millonario a disputar un encuentro oficial en medio de la avanzada del coronavirus, en la tarde del sábado 14 de marzo, sentó las bases para lo que vendría más adelante. En la Primera Nacional, Gimnasia de Mendoza y Sarmiento de Junín, el martes 17 y en un intento por darle continuidad al show, se disponían a bajarle la persiana a la vigesimoprimera fecha del torneo. Pero, cuando los planteles estaban en camino al estadio, el gobierno mendocino les comunicó la suspensión del encuentro por precaución. La noche anterior y sin saberlo, entonces, Chacarita y Almagro se enfrentaron en el último partido de un campeonato con puntos suspensivos. Días después, el 19 del mismo mes, Alberto Fernández oficializaría el comienzo de una cuarentena tan necesaria como inevitable: las experiencias internacionales, a esta altura, le han dado carácter de verdad absoluta a la idea de que, hoy por hoy, el aislamiento es aún el mejor antídoto frente a la pandemia. Atlético Tucumán, en la soledad de un Monumental desértico y bajo el agua que se llevaría la pelota sin anunciar fecha de regreso, daría una señal del futuro cercano sin siquiera proponérselo: el fútbol tucumano, directa o indirectamente, acapararía la atención de las cámaras y se adueñaría del rol protagónico de la película.

Para dar con una situación similar, aunque distinta, es necesario retroceder cinco décadas en la línea temporal. En 1970, nueve años antes de la llegada de Julio Humberto Grondona a la presidencia de la Asociación del Fútbol Argentino, la antigua Copa Argentina encontraría un insólito punto seguido antes de continuar, recién en 2011, cuando se resolvió reeditar el certamen. Aquella edición contó con 32 equipos y los finalistas fueron San Lorenzo de Almagro y Vélez Sarsfield, que igualaron 2-2 en el cruce de ida. El principal atractivo de esa competencia era el otorgamiento de un cupo para la Recopa Sudamericana de Clubes que Conmebol había creado ese mismo año y que, por razones de logística, sólo se disputó en formato amistoso. Frente a esa situación y ante la pérdida de interés por la definición y posible clasificación, el partido de vuelta entre el Fortín y el Ciclón, aunque suene inverosímil, nunca se programó. Así, la última Copa Argentina previo al relanzamiento de la actual quedó increíblemente trunca. Desde entonces, con Grondona a la cabeza y hasta la fecha, el fútbol argentino siempre finalizó los certámenes que comenzó. Porque todo pasa, sí. Pero también, como antes y ahora, pasa de todo.

A primerísima hora del martes 28 de abril, después de semanas de especulaciones e hipótesis y luego de un impasse estratégico a la espera de una reanudación que jamás llegaría, AFA anunció la determinación de dar por finalizadas todas las temporadas del fútbol argentino. ¿De qué forma? A través de un tweet en su cuenta oficial, con el boletín N° 5768 a disposición y algunas palabras que rápidamente arrastró la corriente, pero que bien pueden servir de mojón para delimitar las dimensiones de esos campos de juego con forma de escritorio en los que la actividad nunca se detuvo: «Mantener la ‘suspensión’ de las competencias y reanudarlas cuando termine la pandemia, a esta altura, no puede sostenerse». Si uno de los argumentos expuestos para arribar a esa decisión fue la imposibilidad de sostener la espera por la reanudación, entonces, ¿es posible darle lugar al debate por la continuación de los torneos? ¿La discusión radica en volver a jugar o no? ¿O, más bien, en el rédito deportivo, político y económico que está en juego aún cuando no se juega?

La Primera Nacional compone, por su esquema de competencia y reglamento, el caso más complejo y el escenario más propicio para las conjeturas y suspicacias. Con Atlanta y San Martín de Tucumán como líderes de las Zonas A y B respectivamente, sin campeón consagrado ni clasificaciones al Reducido convalidadas, no tardaron en llegar las interpretaciones y los cuestionamientos. De hinchas, socias, socios y, por supuesto, dirigentes. Casi un mes antes de la oficialización de la interrupción de la temporada por parte de AFA, a fines de marzo, Marcelo Achile, presidente de Defensores de Belgrano y de la mesa de la divisional, dijo en comunicación con Radio La Red: «Se puede llegar a dar una linda discusión porque si suben Atlanta y San Martín de Tucumán, lo harían por ser los primeros de cada zona. Pero si ascienden San Martín y Defensores de Belgrano, serían los primeros de una tabla general». El reglamento de la categoría, en su punto número siete, deja en claro que sólo se daría lugar a la conformación de una tabla general con el objetivo de resolver los cruces de un Reducido para el cual Estudiantes de Río Cuarto, Temperley, Sarmiento de Junín, Estudiantes de Buenos Aires y Riestra también se encontraban en carrera. Cuando el coronavirus, la emergencia sanitaria y la cuarentena empezaban a llevarse la pelota, en aquel fin de semana de lluvia que mostró el Monumental cerrado, el guion comenzaba a redactarse. Y el partido de los escritorios, en la previa, ya se pronosticaba aguerrido.

Pero al poco tiempo y con el rodaje en marcha, la película del fútbol argentino en tiempos de pandemia aún no tenía elenco ni título definidos. ¿O sí? Roberto Sagra, presidente del Santo tucumano, en aquella última semana de marzo y también previo a la publicación del boletín que anunció la cancelación, dijo presente y expresó: «Habría dos ascensos. San Martín, seguro. Pero hay una pequeña disputa entre Atlanta y Defensores de Belgrano. El presidente Tapia siempre estuvo muy abierto a San Martín». San Martín de Tucumán era, hasta el inicio del aislamiento social, preventivo y obligatorio, el equipo que más partidos ganó -trece- y el que más puntos cosechó -44- en la Primera Nacional. Sin embargo Atlanta, que también es puntero en su zona con once partidos ganados y 38 puntos, no milita la causa del ascenso por COVID-19. En su comisión directiva, de hecho, los desacuerdos tomaron forma de renuncia. Y un mes y medio después de los primeros ruidos, tras incontables escenas protagonizadas por el club tucumano, Sagra anunció la apelación frente al TAS (Tribunal de Arbitraje Deportivo). ¿La intención? Solicitar el acceso directo a Primera por su liderazgo en la tabla. O, en su defecto y ante una eventual reanudación, que todos jueguen por todo. Es decir: que haya descensos. Horas antes de la Asamblea Extraordinaria del martes 19 de mayo en la que Claudio Tapia fue reelecto por aplausos, en diálogo con FM 94.7, Sagra aseveró: «La AFA actúa como una dictadura y, si te oponés a algo, te pasan a otra vereda». Al día siguiente, el mismo Sagra que jugó a diferenciarse al ser el único directivo de la divisional que no firmó una carta en apoyo a la decisión de suspender la temporada fue, por videollamada, uno de los 43 asambleístas que dieron quórum y reeligieron a Tapia por unanimidad. ¿Quienes levantan banderas opositoras fuera de Viamonte, entonces, las bajan cuando están adentro?

«Mantén cerca a tus amigos, pero a tus enemigos aún más», afirma y sostiene el refrán. En esa asamblea en la que Cristian Malaspina, presidente de Argentinos Juniors, apoyó la moción para que Tapia sea reelegido por aclamación con el delay característico de Zoom, en la vereda del expresidente de Barracas Central estuvieron parados muchos de los que supieron mirarlo con recelo desde la mano de enfrente. Marcelo Tinelli, tras el inolvidable 38 a 38, después del fuego cruzado y luego de la creación y disolución de la Superliga, acercó posturas para quedar al frente de la flamante Liga Profesional de Fútbol y marcar el regreso de San Lorenzo a AFA. Rodolfo D’Onofrio, completamente alejado de la cúpula compuesta por Tapia y Angelici, también tomó la rotonda que permitió el retorno de River al Comité Ejecutivo. Así, el consenso necesario para la continuidad del oficialismo, a través de lista única, dio lugar a seis vicepresidencias sin jerarquías determinadas que, en hipótesis, alternarían. Casi una pintura del mismísimo fútbol argentino: alternancia pura.

«No hicimos nada por la chance de ascenso. No digo protestar como San Martín de Tucumán. Pero entre esa manera y no hacer nada, prefiero la de los tucumanos», manifestó en conversación con Cadena 3 Guillermo Ale, exvocal de Atlanta que abandonó su cargo en la dirigencia bohemia por diferencias con el presidente Gabriel Greco. Y agregó: «Yo planteo con el presidente una incompatibilidad de sus funciones. A él le dieron un cargo en Conmebol como veedor de los partidos internacionales. Él cobra por cada partido al que asiste; entonces no puede dejar de lado sus deberes como presidente del club. Tiene que defender a Atlanta». El propio Tapia, ya revalidado como cabeza de AFA hasta 2025, cerró filas, plantó bandera y arrojó sus dados en Radio La Red: «Los dirigentes dijeron que no quieren ascensos por escritorio. Y eso es lo que se va a hacer. Hay reglamentos diferentes. La Primera Nacional tiene uno y el Federal A tiene otro. Nos sentaremos con cada categoría y diremos de qué manera jugar».

¿Cuántos casilleros avanza o retrocede Tapia con su turno en el juego? ¿Es esta, acaso, una posible secuela de aquella película de 2011 en la que Daniel Vila reunió voluntades y ensayó un intento de oposición en Viamonte? ¿O se trata, en realidad y con otros intérpretes, de una remake? ¿De dónde viene y hacia dónde va la pelota? Será, quizá, que el fútbol argentino se dirige hacia el punto del que viene y regresa, siempre y como un búmeran, desde ese lugar al que supo ir. Adelantar y rebobinar para llegar, de un modo u otro, a una escena ya vista. Y es que, aunque cambien actores, directores, guionistas e incluso los tiempos, el título de esa película en la que todo pasa y pasa de todo incluye, por naturaleza, la palabra juego. ¿El de la oca? Y el del fútbol, claro.