La historia de la polémica resolución de la AFA que le permitió a Talleres (y más tarde a Instituto y Racing de Córdoba) jugar los Metropolitanos, en la época de los Nacionales. Para algunos, un paso adelante para el fútbol del interior; para otros, una falta de lealtad.
Por Andrés González Casco (Interior Futbolero)
Desde 1967, el fútbol argentino tomó un tinte federal. El interior obtuvo por primera vez un espacio en Primera, aunque se trataba de un lugar al cual muy pocos podían llegar. Y mucho menos, mantenerse, ya que las plazas para los indirectamente afiliados a la AFA se renovaban año a año. A excepción de muy pocas ligas que tenían plazas aseguradas (la Tucumana, la Mendocina, la Marplatense y la Cordobesa, en un principio), el único camino para acceder a estos Campeonatos Nacionales eran los durísimos Regionales.
Con este panorama anteriormente presentado, el interior se fue ganando poco a poco un lugar, pese a las dificultades y a las enormes diferencias que había entre los “metropolitanos” y “los de las provincias”. Pero el sistema establecido sólo les permitía, a aquellos clubes provenientes de las ligas locales, jugar por un breve lapso en la elite, para luego volver a lo de antes. No había posibilidad para las instituciones de armar una estructura fuerte, sobre todo económicamente, realmente capaz de sostenerse de manera sólida. Ese problema atravesaba Talleres de Córdoba, considerado para algunos como el abanderado del fútbol del interior.
El Albiazul había montado una estructura espectacular y provocado una revolución como el “Fenómeno Talleres”. Desde el ´74 al ´79, clasificó a todos los Nacionales y llevó adelante campañas brillantes. Fue una sensación en Córdoba y en el país. “Talleres convoca multitudes” o “Recaudación Récord para el fútbol argentino”, son sólo algunos titulares de la época, referidos a la gran convocatoria de la T, que incluso a veces superaba a River y Boca en las boleterías. Lo mismo ocurría cuando salía de su provincia. Diarios de aquel entonces hablan de movilizaciones de hasta 15.000 hinchas en algunos partidos, en cancha de Racing o de Atlanta, y para las ciudades era un lujo recibir a este equipo. Pero, así y todo, no alcanzaba.
Para poder mantener un plantel repleto de figuras, Amadeo Nuccetelli (presidente del club entre el ´73 y el ´87) decidió sacar al equipo de gira por el mundo. Con un costo que oscilaba los 3 millones de dólares anuales, tuvo que recurrir a otras alternativas para producir ingresos, ya que, por ejemplo, las recaudaciones eran considerablemente inferiores cuando la T jugaba nada más que la Liga Cordobesa (los Nacionales no duraban más de tres meses). Y fue así como la camiseta del Matador recorrió ciudades de la talla de Atenas, Estambul, Málaga, Los Ángeles, Guatemala, Zaire, entre tantas otras, jugando partidos de exhibición.
«Que quede claro que los recursos que se generan a través del campeonato local no bastan para mantener esa imagen política y deportiva que hoy tiene Talleres», decía Nuccetelli. Y fue justamente este dirigente quien quiso ir más allá, creando un movimiento que le dio forma a una Liga del Interior: la Copa Hermandan de 1977 (la T se quedó con el título). Este certamen fue organizado para presionar en cierta forma a la AFA, en reclamo de una mayor apertura para el interior. Talleres, con su inmensa estructura, era el portavoz principal de este levantamiento, aunque al final terminó siendo apuntado por muchos clubes por traición. Acá es cuando entra en escena la resolución 1.309.
¿De qué se trataba esta polémica medida? Decretaba que aquel club indirectamente afiliado que hubiera logrado alcanzar los playoffs del torneo en dos de las últimas tres ediciones de los Nacionales, se adjudicaba un lugar en los Metropolitanos (en el ´80 cambiaron su denominación oficial a Campeonato de Primera División). ¿Un avance o un retroceso? Si se analiza estrictamente el lado futbolístico, sin dudas que fue un paso adelante. Pero en la práctica, había una ínfima chance de que las instituciones pudieran aprovecharla, a excepción de Talleres. En el momento en que la 1.309 fue promulgaba, la T ya reunía estos requisitos (finalista en el ´77, semifinalista en el ´78 y cuartofinalista en el ´79), por lo cual los dirigentes de las entidades pertenecientes a la Liga Cordobesa, totalmente en contra de esta disposición, la describieron como una “política de hechos consumados”.
Julio Humberto Grondona, quien por entonces ya presidía la AFA, llevó a cabo una jugada muy inteligente: satisfizo el interés del club cordobés y dejó descabezado al movimiento del interior. Sin Talleres, el alzamiento ya no tenía peso. «No es la solución que buscamos para el fútbol argentino, pero al menos ayuda», expresó Nuccetelli, en quien recayó la crítica del resto de las instituciones. El Abiazul cumplió con su objetivo y los demás se quedaron con las manos vacías.
Posteriormente, la 1309 fue aprovechada también por Instituto (llegó a cuartos en el ´79 y ´80) y Racing de Córdoba (alcanzó la final en el ´80 y los cuartos en el ´82). Tres clubes de la misma provincia se dieron el gusto de codearse en igualdad de condiciones con los más grandes. En 1985, en el marco de una gran reestructuración, la 1309 fue derogada, el Primera se comenzaron a jugar campeonatos largos y se creó el Nacional B, certamen al cual se accedería a través del Torneo del Interior, cuyo formato era muy similar al de los antiguos Regionales.
El equipo de Talleres del Metro de 1980
Recorte de la época
Fuentes consultadas: La Voz del Interior, «La Verdad de la 1309» (partes I y II), www.rsssf.com.