“Una imagen, vale más que mil palabras”, dicen. Es capaz de emocionarte, conmoverte, entusiasmarte, o todo lo contrario. Nos puede llenar de angustia, dolor, tristeza o desmotivación. Algunas de estas últimas sensaciones son las que afloran al momento de observar el estado actual del Bicentenario, una obra que en algún momento llenó de orgullo a los catamarqueños y les permitió disfrutar de grandes espectáculos, como la presencia de River y Boca en ese lugar.
Hoy, el “Gigante” es noticia por otro aspecto, sus ruinas. Puertas clausuradas, paredes que se desmoronan, yuyales que renacen en los diferentes lugares del edificio…etc.
Hace pocos días, a escasos metros en el Predio Ferial, se desarrolló la Fiesta Nacional del Poncho. Miles de turistas arribaron a Catamarca para ser parte de esa celebración. En algún momento, esas mismas personas no tenían más que cruzar la calle para retratarse junto a semejante obra y presumirle al país “el estadio de los catamarqueños”. Hoy, a pocos les llamó la atención. Y si lo hizo, fue justamente por el estado de “abandono” en el que se encuentra.
La “clausura” del Bicentenario lleva más de un año, y se nota. Desde ese momento, poco se avanzó en una solución. Se escucharon los reproches de uno y otro lado. El Estado cuestionó a la empresa, por las notorias fallas en la construcción, que fueron confirmadas en un informe de la UNT. Pero la firma que llevó adelante la obra, no asumió las culpas y se declaró impotente para hacer frente a los 36 millones de pesos que reclamó el gobierno en la demanda por daños y perjuicios.
El tema está estancado y la sensación es la misma cada vez que se lo toca. Se da vuelta sobre lo mismo y no hay una resolución, que al menos permita conocer cuál será el futuro de la obra.
Mientras tanto, el tiempo pasa. La “enfermedad” avanza y el Estadio se desmorona, como aquel paciente que resigna sus ganas de vivir. Pero claro, las paredes todavía no aprendieron a defenderse solas.