Cristian Moyano: los guantes de Totoras que contienen los pelotazos de la pandemia

Una prueba en Boca, años de inferiores en River, el afianzamiento en Instituto de Córdoba y una carrera futbolística de casi veinte años, con más de diez camisetas, que llegó a su fin con el traspaso a ese equipo que, en la primera línea de lucha contra el coronavirus y dentro cada hospital del país, disputa una final todos los días. Cristian Moyano, a sus 39 años, decidió abandonar el profesionalismo del fútbol para ejercer su otra profesión: la kinesiología. «No me costó ni lo dudé. Me preguntaron si me gustaría y dije que sí, de una», cuenta el santafesino que ahora trabaja en el Hospital Fernández. Y, como quien analiza un partido decisivo, agrega: «No tengo miedo, pero sí responsabilidad. La enfermedad complica muchísimo a las personas que la padecen, yo lo vi». En el arco como en la vida, de un palo a otro: el antes, durante y después del fútbol, la importancia del estudio, el arraigo con el club que lo formó, el sentido de la oportunidad aún en tiempos de crisis y más, en esta charla mano a mano con Interior Futbolero.

Por Juan Pablo Francia.

“Bueno, gente. Llegó el momento de colgar los guantes. Le estoy eternamente agradecido a cada persona que conocí por este deporte. Hoy le digo adiós a un amigo, el arco. No te cuidaré más. ¡Nos vemos en otra vida!». Con esas palabras, el 12 de julio, en medio del aislamiento social, preventivo y obligatorio y a través de su cuenta personal de Instagram, Cristian Moyano anunció su retiro del fútbol profesional. Después de haber vestido las camisetas de Instituto de Córdoba, Sportivo Belgrano de San Francisco, Boca de Río Gallegos, El Linqueño de Lincoln, Sarmiento de Junín, Colegiales, Defensores de Belgrano y Cañuelas, vivió sus últimos dos años de carrera con los colores de Deportivo Laferrere, en la Primera C. Y en un triunfo 2-1 frente a Central Córdoba de Rosario, el 29 de septiembre de 2019, el oriundo de Totoras, Santa Fe, se calzó los guantes de arquero, de forma oficial y como titular, por última vez. La decisión representaría abandonar la defensa de los tres palos cada fin de semana, pero no por eso dejar de atajar. En otra cancha y al tiempo, pasaría a utilizar guantes de látex, barbijo, máscara y uniforme para incorporarse al plantel del único equipo que le juega de igual a igual al rival más complejo de los últimos tiempos: la pandemia de Covid-19. «Cuando decidí estudiar, me propuse meterle cueste lo que cueste. Si tenía que sacrificarme en lo que sea, lo iba a hacer», cuenta el exarquero, con el bullicio del hospital de fondo, en medio de su único descanso en un día largo de asistencia y rehabilitación de pacientes que, tras internación en terapia intensiva, atraviesan un proceso para restablecer su fuerza, movilidad, marcha, equilibrio y estabilidad. «Vemos y atendemos pacientes post Covid que están un tiempo largo en la terapia hasta que pueden salir. Y muchos bajan con traqueotomía», describe. Y, como quien hace carne del desafío que afronta, explica: «Sabía que era una oportunidad y más en este momento, en el que se está necesitando gente. Siempre he sido insistente con todos los compañeros que tuve para que estudien o hagan algo. Porque eso te prepara y te hace otra persona. La carrera del futbolista es corta. Hoy me siento orgulloso de estar trabajando en algo que me gusta».

Interior Futbolero: ¿Cómo decidiste introducirte en una carrera universitaria en paralelo al fútbol profesional?

Cristian Moyano: Los primeros tres años de la carrera de kinesiología los hice cuando estaba en Defensores de Belgrano. Y terminé medio repartido entre Cañuelas y Laferrere, cuando cursé el último año y me recibí. Mi hermano es kinesiólogo y quiropráctico. Y Antonella, mi novia, me incentivó a terminar el secundario. A mí me faltaba un año. Y por intermedio de Agremiados, a través de la Fundación El Futbolista, me dieron la posibilidad de finalizar los estudios o hacer algún curso. Mi novia me dijo que averigüe y me convenció. Si bien siempre fui un chico de estudiar cuando vivía en Totoras, después conocí el mundo del fútbol y eso me alejó del estudio. Ahora, de grande, lo pienso y  fue una locura. Pero cursé doce materias, rendí los exámenes y en un año terminé el secundario. Entonces ya le había agarrado el gustito a estudiar otra vez y  mi novia me dijo que me ponga a hacer una carrera. Fue mi hermano el que me preguntó: «¿Por qué no estudiás kinesiología? Está relacionado al deporte, que es algo que vos hiciste siempre». Él estaba en Santa Fe y cada vez que venía a Buenos Aires me acompañaba a averiguar en distintas universidades Y ahí elegí Fundación Barceló, que era la que me brindaba los mejores horarios para acomodarlos con el fútbol.

La historia del arquero de Totoras que ahora ayuda a pacientes que padecieron Covid-19 | INFO MASIF: Y cuando comentabas que después de entrenar tenías que ir a cursar, ¿cuál era la reacción o recepción de tus compañeros del plantel?

CM: Algunos lo tomaban con gracia, otros me felicitaban y a otros, directamente, no les interesaba. Pero yo trataba de exigirles a los más pibes que terminen de estudiar. Intentaba inculcarles que traten de terminar y hacerles entender que no es difícil. Si bien el fútbol ocupa mucho lugar en la cabeza, en tiempo son dos o tres horas por día. Después tenés todo el día para hacer algo. ¿Y qué mejor que poner la cabeza en otra cosa? Eso también hace bien. Tuve la suerte de que, en esos cinco años de carrera, me tocaron compañeros que me apoyaron, así como también cuerpos técnicos que me ayudaron. A veces tenía que cursar e irme antes del entrenamiento. O por ahí concentrábamos y tenía que ir a cursar, entonces me dejaban ir y volver a la concentración. Fueron cinco años de mucho esfuerzo y sacrificio, en los que mi novia fue la que más me bancó, pero los clubes también me ayudaron.

IF: Durante el proceso de estudio, ¿en algún momento sentiste la necesidad de derribar ese estereotipo que encasilla al futbolista?

CM: Cuando estaba en Cañuelas, clasificamos para la Copa Argentina y nos tocó enfrentar a Rosario Central en cancha de Unión de Santa Fe. En ese momento, creo, estaba en tercer o cuarto año de la facultad. Obviamente, mis compañeros de cursada sabían que jugaba al fútbol, pero siempre fui reservado. Cuando iba a la facultad, quería hablar de temas de estudio o de otras cosas de la vida, pero no de fútbol. Por lo cual no contaba mucho. Esa noche jugamos y perdimos 1-0, pero a mí, personalmente, me fue bien. Cuando terminó el partido, me llamaron desde la transmisión para hacerme una nota porque me habían elegido figura del partido. Y cuando fui al vestuario y abrí WhatsApp, tenía como 130 mensajes. Entre todos esos, tenía algunos de mis compañeros felicitándome y otros que me decían: «Qué bien que hablás». ¿Y por qué? ¿Porque juego al fútbol tengo que hablar mal? Todavía está instalado que el jugador de fútbol no sabe hacer otra cosa. Y la verdad es que no es así. Por eso mismo siempre he sido insistente con todos los compañeros que tuve para que hagan algo, que estudien, hagan un curso de inglés, computación o lo que sea. Que hagan algo. Porque eso te prepara y te hace otra persona. La carrera del futbolista es corta. Te fue bien, no te fue bien, te fue más o menos y listo. He conocido a muchos jugadores a los que, lamentablemente, no les ha ido bien y terminaron haciendo algo que no les gustaba. Por eso el momento que hay que aprovechar es cuando se tiene un sueldo y la posibilidad de pagarse una facultad. Se puede estudiar, se puede hacer otra cosa y prepararse para lo que viene. A mí me tocó dejar de jugar, pero con la tranquilidad de tener una profesión para continuar. Eso me dio paz conmigo mismo. No es que terminé de jugar y no sabía qué hacer. 

IF: Cuando recordaste a aquel pibe que dejó el estudio por el fútbol, hablaste de Totoras, tu ciudad natal y el club en el que empezó todo. Hoy, trabajando en un hospital y desde la distancia de Buenos Aires, ¿qué representa Totoras Juniors?

CM: Totoras Juniors me formó como persona y eso es lo más importante. A los cinco años empecé en el fútbol y jugué en Totoras hasta los quince. Si bien es el club de mi pueblo, tuve grandes técnicos que me enseñaron a ser buena persona, respetuoso y profesional. Y eso fue lo que me puso feliz. Muchos me agradecieron cuando decidí no jugar más. Mediante mensajes o llamados, hubo gente que me felicitó y hacía tiempo no hablaba. Me agradecían por algún consejo o por haberme portado bien cuando no me tocaba jugar. Y eso es con lo que me quedo de mi etapa deportiva. Dentro de un club se pueden hacer las cosas bien o mal, porque somos humanos y nos podemos equivocar. Pero considero que no podés fallar como persona.

IF: Y entre Totoras Juniors y tu aparición en Instituto de Córdoba allá por la temporada 2001 de la B Nacional, ¿cuál  y cómo fue el camino recorrido?

CM: Cuando tenía quince años, fue Boca a hacer una prueba de jugadores de mi categoría, hicimos un partido amistoso, al técnico que estaba en aquel momento le gustó cómo atajé ese día y me convocó para que viniera a Buenos Aires y haga una prueba. Me probé durante una semana, en ese momento en el Parque Sarmiento, y todo resultó bien. Me quedé un año y pasé a River, donde estuve otros dos en inferiores. Después tuve un interín de tiempo en el que me volví a Totoras. En River llegué hasta cuarta, hice pretemporada con Reserva y cuando volví de la pretemporada, el técnico me dijo que iban a bajar muchos arqueros de Primera. Yo tenía 19 años. En esa época estaban Burgos, Bonano, Sessa, Costanzo e Ischuk. Había muchos arqueros e iba a ser muy difícil. Fue en la época de Ramón Díaz y Omar Labruna. Lo charlé con mi familia porque era pibe. Venía de un pueblo y era todo nuevo para mí, me quería volver porque no aguantaba más. Ahí, el técnico de la Primera de Totoras Juniors me dijo que quería que me quedara y que me iba a poner en Primera para que tomara confianza. Empecé a jugar en la Liga Totorense, que la juegan equipos de la zona y de otros pueblos cercanos, y a los tres meses salió una prueba en Instituto de Córdoba. La condición hablada era que, si surgía una posibilidad, me podía ir sin ninguna traba. En Instituto quedé y estuve cuatro años. Hasta que, en 2005, me fui a Sportivo Belgrano.

El arquero Cristian Moyano se retiró del fútbol profesional • Diario Democracia

IF: Vestiste más de diez camisetas en tu carrera como arquero y varias en el fútbol del interior, ¿cuál fue la experiencia que más te marcó?

CM: Con Instituto no pude jugar en Primera porque, cuando ascendimos, me fui del club. Pero fueron cuatro años muy buenos en los que viví la experiencia de jugar el Nacional B, que es un torneo bárbaro. Después tuve una lesión en un tobillo que me complicó y me obligó a buscar un lugar en el que pudiera jugar. Y mi lugar lo encontré en Sportivo Belgrano, que por entonces jugaba el Argentino B. Estuve casi un año y medio y jugué casi 100 partidos. La de Sportivo Belgrano fue mi experiencia más importante en el interior. Disputé muchos partidos, personalmente me sentía muy bien y teníamos un gran equipo. Lo único que faltó fue ascender. Justo, en esa época, nos cruzamos con San Martín de Tucumán, que era un equipo gigante jugando un Argentino B. Pero Sportivo fue el club que me dio más continuidad. Eso me hizo madurar mucho.

IF: Dejaste el fútbol durante la cuarentena e ingresaste a trabajar a un hospital en plena pandemia. ¿Cómo viviste esa transición?

CM: He conocido compañeros que dejaron de jugar y tuvieron que volver porque no podían vivir sin fútbol. Por dificultad o incluso por necesidad económica. No es fácil. Y menos si tenés familia. De pronto te encontrás con que el ingreso económico al que estabas acostumbrado no lo tenés y se terminaron los aplausos y las fotos. Y eso también es un tema. En mi caso, me fui preparando para esto porque siempre tuve presente que, en algún momento, iba a dejar de jugar. Y haber estudiado y tener un título, en mi cabeza, me ayudó. A mí no me costó dejar el fútbol porque siempre deseé trabajar en un hospital o un lugar así. Acá hay gente a mi alrededor que hace más de treinta años que está en esto y eso es muy bueno para mí, que recién arranco. Sabía que era una linda oportunidad y más en este momento, en el que se está necesitando gente. Yo veo todo el tiempo, en los grupos de WhatsApp de kinesiólogos en los que estoy, que están requiriendo profesionales para entrar a hospitales y clínicas porque se están necesitando. Por un lado, por la cantidad de contagios. Y por otro, porque se enferma la gente que trabaja en la salud. Entonces, si bien tenía contrato hasta junio en Laferrere, decidí esperar. Pero llegando al final de junio y sabiendo que el fútbol no iba a volver, surgió esto. Me llamaron para ser refuerzo del Hospital Fernández y ni lo dudé. Me preguntaron si me gustaría y dije que sí, de una.

IF: ¿Cómo se vive la pandemia dentro de un hospital, del otro lado del mostrador y con la realidad cara a cara?

CM: La situación, acá, muestra que hay bastante ocupación de camas. Pero yo sabía dónde me iba a meter y lo que iba a ver. No tengo miedo, pero sí responsabilidad. Tengo compromiso a la hora de trabajar. Cuando arranqué, no sé si era por miedo o inexperiencia, pero trataba de hacer muy bien todo lo relacionado a los cuidados. Cómo tenía que vestirme antes de ver a un paciente y cómo desvestirme, porque eso también es un tema. De qué forma ponerte y sacarte los elementos de seguridad y cómo sacártelos para que no te quede nada y que después, sin querer, te toques la cara, un ojo, la boca o la nariz. Pero entre nosotros, acá en el hospital, nos cuidamos un montón. Miedo no tengo, pero sí respeto. La enfermedad existe y complica muchísimo a las personas que la padecen. Yo lo vi.

Cristian Moyano, de colgar los guantes a su rol en la rehabilitación de pacientes recuperados de COVID-19 - el1digital.com.ar
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IF: ¿Cómo es tu trabajo de kinesiología en la atención a pacientes con coronavirus?

CM: Nosotros vemos pacientes post Covid, que bajan de terapia intensiva y de haber estado conectados con un tubo de ventilación mecánica que utilizan para respirar. Están un tiempo largo en la terapia hasta que pueden salir y muchos bajan con traqueotomía. Nosotros realizamos una evaluación de fuerza, tronco y movilidad. Tomamos un índice en el que, con preguntas al paciente, revisamos si se puede cambiar solo, si puede comer y si puede ir al baño. Con eso extraemos un parámetro de cómo está el paciente para iniciar la rehabilitación. Y a partir de ahí, comenzamos trabajos de ejercitación, de fuerza, movilidad, marcha, equilibrio y estabilidad. Con la idea de que esa persona pueda desempeñarse independientemente como lo hacía antes de caer en terapia. Al principio, cuando baja el paciente, hay algunos que no saben dónde están ni qué día es. Hay otros que bajan bien y hay otros que tienen una patología de base y les cuesta mucho más. El coronavirus ataca a los pulmones y a esos pacientes que tienen afecciones con antecedentes les cuesta mucho. A la hora de sentarse, hay gente a la que le falta el aire y reciben oxígeno a través de una cánula nasal que te piden que se la pongas. Pero tratamos de ir de a poco y sacarles un poquito de ese oxígeno para que no se hagan dependientes y puedan volver a respirar por sus propios medios.

IF: Sin haber sido futbolista, ¿hubieras sido kinesiólogo?

CM: Sé que hubiera estudiado algo. No sé qué, pero seguramente me hubiese ido a Rosario, porque en mi pueblo todos se van a estudiar a Rosario. No sé si hubiera sido kinesiólogo, pero sí sé que hubiera estudiado. De eso estoy seguro. Nunca se sabe lo que va a pasar en la vida, pero hay que buscarlo. Si uno se queda sentado, nadie va a venir a preguntarte si querés hacer esto o ser aquello. Hay que buscarlo. El camino de la vida me trajo hasta acá y por algo se dan las cosas. Por algo me costó mucho estudiar y jugar. Hoy tengo la posibilidad de trabajar en el hospital y, más allá de toda esta situación, lo disfruto mucho y estoy contento. 

IF: ¿Qué te genera más orgullo? ¿Haber logrado vivir del fútbol o encontrarte hoy, por segunda vez, viviendo de tu profesión para atajarle los pelotazos a la pandemia?

CM: Me siento orgulloso porque mientras jugué al fútbol estudié y me preparé para el día de mañana. Me genera orgullo que se me haya prendido la luz para estudiar en ese momento, porque no sabía cuánto tiempo más iba a jugar ni cuándo iba a conseguir club. Y tenía que aprovechar la posibilidad de tener un sueldo que me permitía vivir y pagar la facultad. Creo que parte desde ahí. Y ahora, después de haberme recibido, estoy orgulloso de eso. De que mientras jugué, pude estudiar. Fue dificilísimo. Y no hubiese sido posible sin el apoyo de mi novia, que era la que se bancaba verme estudiar todos los días y los fines de semana. Estoy haciendo algo para lo cual me preparé y me gusta. Y atrás de eso vino esto de que, por ejemplo, me hagan una nota y no por el fútbol, sino por lo que hago ahora.

EL DÍA QUE FUE ELEGIDO COMO FIGURA, CON CAÑUELAS Y POR COPA ARGENTINA, FRENTE A ROSARIO CENTRAL: