Instituto y Unión, a mano

 

INSTITUTO (Córdoba) 1-1 UNIÓN (Mar del Plata)

Hizo todo. Lo bueno y lo malo. Hizo un gol, erró un penal y se comió el tanto del triunfo. Bauman, la “figura” de un gris 1-1.

Jonatan Bauman tiene apellido de héroe de aquellos que paralizaban a los niños con el bollo de pan en el mate cocido para verlos en la tele.

Y, además, este mismo Jonatan Bauman bien de pequeño en su Sunchales natal tomó la determinación de ser futbolista profesional. Y como le gustaba hacer goles y le salían con facilidad, fue delantero.

No hay nadie que sea más héroe en el fútbol que un goleador. El que termina las jugadas y va a gritar el gol ante los hinchas es, generalmente, la figura de su equipo.

Ayer, en un Monumental de Alta Córdoba donde faltó gente por una pésima decisión dirigencial (ver página 6), Bauman fue la dos cosas: héroe y antihéroe.

Algo natural y cotidiano en un fútbol argentino que enaltece y luego descarta a la estrellita del momento. Y algo que también sucede dentro de un mismo partido, en escasos 90 minutos donde el termómetro del hincha va y viene. Sube y baja.

Bauman, ayer en el ingrato empate 1-1 ante Unión de Mar del Plata, fue el epicentro de las jugadas que marcaron un partido pobre, con pocas luces.

Y en el inicio mismo del cotejo, el partido le dijo a Bauman que estaba “armado” para que fuera hoy la tapa de los diarios.

Le puso la pelota en el punto del penal al minuto de juego (el juez Giannini cobró, tras un córner, un agarrón sobre Schmidt y sancionó la pena máxima). Pero Bauman, héroe y antihéroe, pifió el remate, el botín de su pierna derecha no agarró la bola del todo bien y la caprichosa salió dando saltitos al lado del palo.

Ojo, todo delantero sabe que la rueda sigue girando y ya vendrá la próxima. Por eso Bauman no bajó los brazos y levantó la cabeza por si caía una próxima pelota.

Y la misma cayó (tras un muy buen centro de Bernardi, que pasó por encima del arquero Losada) a los 25 minutos. Cabezazo con el arco solo y, ahora, sí, la red que se infló.

Bauman lo gritó con bronca, contra los fotógrafos y la platea que ya le había quitado la bendición tras marrar el penal.

Era “la” historia en el Monumental: el goleador que falla y se repone, para lograr un triunfo más en un Instituto que viene en levantada.

Con ese objetivo, el partido transcurría directo hacia ese final feliz. El equipo de Rivoira dominaba a un rival que se consideraba inferior y se refugiaba.

Es más: tenía situaciones y hacía figura al propio Losada, que tenía mucho trabajo en el arco de los marplatenses.

El arquero Hoyos, por su lado, era “un espectador” como lo definió luego su propio entrenador. Y, en ese ida y vuelta, el Albirrojo no lograba terminar de escribir el segundo gol, de darle forma al cierre de la historia.

Así, sin haber pateado al arco, ese muy buen número 10 que es Nico Ramírez, de la visita, dibujó una jugada personal con dos caños a sendos defensores de la Gloria. De ahí nació el centro para su compañero Orlando Caruso.

El 8 metió un bombazo y la pelota fue gol, en el único tiro al arco serio y peligroso de Unión de Mar del Plata en el partido.

Bauman regresa

El gol de Caruso fue a los seis minutos del segundo tiempo. El dato alentador era ese: quedaban más de 40 minutos, con lo que adicionaría Giannini.

El partido otra vez volvió a hablarle al oído a Bauman y a decirle que le iba a dar otra oportunidad para que se llevara todos los flashes. Para que todo encajara.

Correa y Bernardi armaron una jugada excelente contra la banda y, a los 19 minutos de ese segundo tiempo, otra vez Bernardi le entregó el gol a Bauman: debajo del arco, en el área chica, la pelota llegó a su pie derecho. Pero su tiró, con el arquero vencido, se iría por arriba del travesaño.

A falta de 13 minutos para el final, Rivoira sacó a Bauman y entró Guerreiro. Pero nadie más que Jonathan podía ser quien cambiara esta historia.

Fue la tarde en que Bauman fue héroe y antihéroe. Las fotos de la tapa de los diarios quedará para otra tarde.

Fuente: Día a Día de Córdoba.