Olimpo se amigó con la victoria ante Argentino

En el fútbol como en la vida: la cabeza es todo.

Menos pelotita y pizarrón en la semana y más diván, porque Olimpo necesitaba fortalecer el ánimo antes que cualquiera de esas cuestiones específicas vinculadas al juego, a la estrategia y a lo que puede llegar a proponer el rival.

Después de los insultos a Ramón Lentini (se fue mal del aurinegro en 2017) y de la plaqueta por los 100 partidos (en realidad ya son 104) que le entregaron al capitán Martín Ferreyra, el dueño de casa se conectó mentalmente para no darle ni un milímetro de ventaja a Argentino de Monte Maíz, al que venció 2-1 en el inicio del Nonagonal campeonato.

En el día del Amigo, el once olimpiense (con Lungarzo haciendo su debut en el arco en lugar de Matías Ibáñez), punzante y decidido, dejó en claro que la jerarquía y el sacrificio grupal deben estar en la misma línea que el equilibrio emocional.

Diego Ramírez, sin ofrecerle referencias a su marcador, le sacó brillo a cada ataque de su equipo, Moiraghi fue el “Padrino”, Vivas mostró su mejor versión desde que forma parte de este plantel y el doble 9 (Pons-Murialdo) fabricó faltas y forzó errores todo el tiempo en la retaguardia visitante.

Pons ratificó que es un jugador de otro nivel con un golazo, Amarilla convierte en oro lo que toca cuando se pone cara a cara con el arquero rival y en el primer tiempo los hinchas reaccionaron más de una vez para aplaudir y alentar a un equipo con el que se sienten identificados.

Con buen trato de balón, ocupando sin demoras los espacios y con la confianza por el cielo, el conjunto bahiense trató de ser más valiente que un “Raya” que no se metió atrás (4-1-3-2) y que consiguió dinámica a través de la constancia de los volantes para progresar y filtrar pases. ¿Qué le falta? Un 9, Lentini (Oballes, que entró por él, fue diez veces más peligroso) es demasiado lento para el ritmo que exige el equipo y la categoría.

Es necesario destacar un punto clave en este “renovado” y compacto Olimpo: no cae en depresión cuando lo que quiere no sale o el adversario le desajusta las tuercas con gente fresca y bochazos largos.

En el segundo tiempo, el local optó por el orden antes que el vértigo y, en su afán por cuidar el resultado, permitió que el elenco cordobés deje de caminar para empezar a correr.

Oballes estampó el 1-2 y muchos imaginaron viejos y malditos presagios: pero no, esta vez los de Giganti, que no patearon con riesgo al arco en esa etapa complementaria, estuvieron psicológicamente preparados (y ese es el mayor logro que obtuvieron) para no ahogarse en los bajones del juego y para persuadir todo tipo de fantasmas y malas energías.

A los 44, el huésped pidió un penal (agarrón) de Ferreyra sobre Oballes, el mejor de la visita, y pareció falta, pero hay que entender que en esta categoría, si no hay un tiro en la frente o una puñalada en el área, se impone el “siga, siga…”. A Olimpo ya le ha pasado.

Se puede decir que fue el único error del árbitro mendocino Jorge Etem, que en el primer tanto de Olimpo aplicó muy bien la ley de ventaja (tras la mano de Canavesio en el piso, pelota que quedó suelta en la media luna y que Prost clavó en un ángulo) y fue certero a la hora de amonestar y darle vivacidad al juego.

El aurinegro terminó sufriendo, aunque esta vez los hinchas aplaudieron y se animaron a cantar “Va a volver, va a volver, Olimpo va a volver…”. Claro, se sienten identificados con este equipo. Perdón, con el cambio mental y racional de este equipo.

Fuente: La Nueva