El Santo sacó chapa en el momento justo; Agustín Dattola y Gonzalo Rodríguez marcaron los goles que le permitieron volver a mirar a todos desde arriba.
Ahora sí San Martín se probó el traje de candidato al ascenso. El equipo dirigido por Diego Flores no sólo se anotó un resonante triunfo 2-1 sobre Quilmes en un difícil rodeo ajeno, sino que convenció a propios y a extraños con su mejor actuación en lo que va de la temporada.
Con un Matías “Caco” García en esplendor futbolístico y un Gonzalo “Turbo” Rodríguez en estado de gracia, más el aporte de muchos otros puntos altos, el “santo” se llevó del sur del Gran Buenos Aires tres puntos que valen oro y que lo vuelven a poner en la cima y por encima de su homónimo de San Juan en la zona A de la Primera Nacional.
San Martín salió a jugar en el estadio Centenario como lo que es, un grande con grandes ambiciones en esta temporada. Y un buen rato antes de ponerse en ventaja ya había hecho méritos para marcar diferencia en el marcador.
Hubo un par de avisos: un remate de Juan Cuevas defendido por el arquero local y el palo que hizo “clank” ante un disparo de Lautaro Fedele (excelente jugada previa en la que participaron “Cuevitas” y Junior Arias).
Y después llegó la jerarquía explícita de “Caco” García, para desnivelar por la izquierda, hacer la pausa justa y poner la pelota en el pie de Agustín Dáttola, cuya zurda hizo lo que correspondía para dejar fuera de acción a Esteban Glellel y estampar el 1-0.
Los jugadores de San Martín festejaron en ramillete, como lo que venían demostrando ser, un “Equipo”, con mayúsculas, en una media hora inicial muy convincente, probablemente de lo mejor realizado en la temporada.
Para el “santo” fue una pena que Cuevas no tuviera éxito en duplicar la ventaja (con participación del arquero anfitrión). Porque a partir de entonces el equipo de Sergio Rondina empezó a hacer un poco más de pie en la cancha, justo cuando parecía estar al borde del nocaut.
Daba la impresión de que el “cervecero” solamente podía herir en una contra o a través de una jugada de pelota parada. Pasó esto último cuando, tras un córner, el uruguayo Matías Ferreira “atacó” la pelota con convicción, le ganó a su marca y cabeceó al gol ante una salida en falso de Darío Sand y algunas miradas de sus compañeros de defensa.
Demasiado premio para Quilmes. Más aún teniendo en cuenta lo que siguió, el segundo gol claro-claro que desperdició Fedele, otra vez con el arco de frente justo antes de el juez pitara el final de la primera mitad.
En el sur del Gran Buenos Aires, Flores apostó a los mismos “11” que habían arrancado contra San Miguel en La Ciudadela hace poco más de una semana. Los mismos, pero distintos. Porque esta vez el equipo tuvo volumen de juego, dinámica, agresividad, todo lo que se le venía reclamando, aun cuando los números en la tabla parecían darle la razón al algo cuestionado entrenador.
Con el equipo en su mejor versión de 2024, nadie esperaba ver un cambio en el entretiempo. Era Quilmes, en todo caso, el que necesitaba mejorar y bastante. Pero el “Huevo” tampoco echó mano a variante alguna.
La primera comprobación del complemento: la neblina nocturna que se abatió sobre la ciudad de Quilmes y alrededores pareció en consonancia con cierta pérdida de lucidez de la visita. Un equipo que siguió encontrándose con la pelota al pie, sobre todo por izquierda, con la sociedad “Caco” García-Lucas Diarte, pero cuyo fútbol colectivo no alcanzó ya las alturas de los treinta minutos iniciales del duelo.
Fuente: La Gaceta.