Apatía y malas decisiones, las claves del fracaso de Juventud

Tras jugar la final por el ascenso, la temporada pasada, Juventud desarmó el buen equipo que había formado y apenas pudo clasificar como mejor quinto en este torneo plagado de equipos invitados. Técnicos y dirigentes, apatía y malas decisiones, las causas del fracaso.

 

Por Andrés Acosta (Corresponsal IF)

El 6 de agosto, casi 20 días antes de comenzar el torneo, Darío Tempesta tituló una nota del diario “Todo un País” con una frase jugada: “No ascender sería un fracaso”.

Es que haber llegado a la final, la temporada pasada ante Guaraní Antonio Franco, y haber perdido el ascenso por la ventaja deportiva, ilusionaba y obligaba a Juventud a ser protagonista por naturaleza.

Pero una serie de errores y malas decisiones llevaron a que el Juve ni siquiera haya estado en la conversación.

Primero, dejaron que piezas claves de aquel equipo que brilló en los play-off del torneo pasado se fueran sin impedimento alguno. Entre los más importantes, dejaron ir a Enzo Imbesi, Marcelo Bergesse, Marcelo Castellano y Matías Garrido, titulares e importantes en gran parte de la competencia con buenos rendimientos.

Sumado a eso, los refuerzos que llegaron no reforzaron y apenas fueron meras incorporaciones. Solo Aveska y Aguiar salvaron la ropa. El resto (Fabio y Diego Giménez, Emanuel Urresti, Iván Agudiak, Juan Pablo Rezzónico, Eric Chmil y Francisco Molina), no supo estar a la altura de un equipo que solo había que acompañarlo. Sueldos altísimos para jugadores que muchas veces ni siquiera concentraron, pedido de premios por conseguir el ascenso cuando apenas se habían jugado dos fechas y una actitud “sobradora” ante los equipos que debutaban en la categoría se suman a las causas de este fracaso.

Los flojos rendimientos del equipo en general, y de los “refuerzos” en particular, provocaron la salida del entrenador que los trajo, ya que Tempesta dejó el equipo antes de que termine la primera fase, totalmente desgastado y sin poder encontrarle la vuelta a un equipo que armó con total libertad.

Pese a ello, terminó los partidos de ida de la Primera Fase como líder junto a Estudiantes. Hasta que le tocó enfrentarse con el equipo de Carlos Ahumada que, con alguna ayuda de Mastrángelo en el cásico, logró ganar un partido visagra que relegó a Juventud.

Un Juventud que no mostraba reacción, solo una apatía futbolística que no le permitía aprovechar las oportunidades que le daba el torneo: una fecha después del clásico, Estudiantes perdió en San Juan y el equipo de Tempesta solo debía ganarle como local a San Lorenzo de Alem (uno de los equipos invitados) para volver a la cima, pero perdió 0-1. Cuatro días después, el torneo le daba otra chance tras el empate del Verde en casa ante los catamarqueños, pero Juventud volvió a perder, esta vez contra Gimnasia, en Mendoza, dando muestras de que el ciclo ya estaba cumplido.

La salida del entrenador se veía venir, “sus jugadores” no respondían, la relación con varios futbolistas del plantel se quebró y solo resistía por la recordada final en Misiones.

La derrota en San Juan, ante Unión de Villa Krause, fue el final de la era Tempesta, que pudo haber escrito la página más importante de los últimos 40 años de la historia del Juve, pero los errores a la hora de conformar el nuevo plantel empañaron lo bueno que había conseguido antes.

Los dirigentes, que avalaron y cumplieron cada pedido del entrenador, también jugaron su partido y lo perdieron, casi por goleada: “Conozco mucho la categoría, algunos equipos tiene dirigentes que son una Ferrari, otros tienen algunos que son un Fitito; Estudiantes tiene una Ferrari”, tiró Tempesta por Interior Futbolero radio, luego de perder el clásico. Los popes del Juve poco hicieron para evitar la designación de Mastrángelo en el cásico (habían sido alertados por el mismo Tempesta para evitar al polémico juez), no pusieron ninguna traba en las salidas e incorporaciones que proponía el entrenador y, sumado a esto, muchas veces se mostraron más preocupados por la “guerra” con Ahumada que por pisar los pasillos de AFA haciendo valer los 13 años ininterrumpidos que Juventud lleva en la categoría.

Esto último, llegó al punto de ¡suspender! el último clásico ante Estudiantes por una nueva disputa con el exgerenciador del equipo del Bajo, y tal es así, que de persistir los egoísmos dirigenciales, el gobernador Poggi amenazó con quitarle el apoyo económico del Gobierno, principal sponsor de Juventud.

Gracias a los ascensos con el poderoso Crucero del Norte, Pedro Dechat llegó a Juventud para reemplazar a Tempesta. Se encontró con un equipo apático, con un rendimiento por debajo de lo que alguna vez supo dar y con dos partidos por delante para buscar la clasificación a los play-off. El triunfo ante Maipú y el agónico empate ante el modesto Andino de La Rioja lo llevaron a clasificar como mejor quinto y en el último puesto de la clasificación general.

El camino a la lucha por el sexto y séptimo ascenso comenzó en San Luis, con una derrota 1-2 ante la CAI, que provocó el fin de la paciencia de los hinchas que señalaban como culpables de este momento a los “refuerzos” que llegaron.

Con amenazas y pintadas de por medio, el plantel viajó a Comodoro Rivadavia para la revancha. Lo hizo en un vuelo charter contratado por la dirigencia, algo inédito para una categoría de ascenso. Los jugadores cambiaron la actitud, tarde, pero al menos le permitió estar a un penal de alcanzar las semifinales.

Pero antes de los penales, hubo un partido teñido de polémica. Bartolomé Abdala, presidente de la Liga Sanluiseña de Fútbol, hombre importante en el Comité Ejecutivo de la AFA, pero cercano a Ahumada y a Estudiantes, había dado su palabra a los dirigentes auriazules de que no iban a ser perjudicados en los arbitrajes que se venían.

Como era de esperarse, Abdala, con poca presencia en las canchas del fútbol de San Luis y preocupándose más por conseguir alguna selfie con Mauricio Macri (es diputado provincial por el PRO) o dirigentes de AFA, no cumplió con su palabra y algunos lo acusan de haber “entregado” a Juventud.

Tello Figueroa, de Bahía Blanca, fue el encargado de impartir justicia en Comodoro Rivadavia y convirtió en una misión imposible la clasificación del Juve: gol mal anulado a Ojeda a los 15’ del primer tiempo, insólita expulsión a F. Giménez 10 minutos después y, como si fuera poco, penal mal cobrado a favor de la CAI.

Pese a ello, el cambio de actitud en el equipo puntano le permitió llegar a los penales, que no pudo definir cuando tenía la serie prácticamente en el bolsillo antes de la ejecución de Ojeda, que se fue afuera.

Era el año de Juventud. Los hinchas se cansaron de escuchar acerca de “la continuidad del proyecto”, copiando el modelo Santamarina, que no fue respetado, primero por Tempesta, y luego por los dirigentes que asintieron cada capricho del entrenador. Para colmo, Estudiantes se quedó con el ascenso y por primera vez en décadas, estará un escalón por encima del Juve.

Los dirigentes tendrán su autocrítica, seguramente, tomando esta experiencia para no volver a equivocarse. Será hora de renegociar algunos contratos y proponer una renovación en este plantel, que por un lado, se quedó en el recuerdo de la final perdida en Misiones, y por otro, no revalidó lo bueno que consiguió la temporada pasada.

Mientras, los hinchas sufren por otro fracaso, quizás, el más grande después de aquel Torneo Regional en el que fueron contratadas innumerables “estrellas” de la mano de Alberto Rodríguez Saá, a fines de los ’90.