Judelin Aveska, el haitiano que juega para Atlético Uruguay en el Federal B y para el Seleccionado de su país, es dueño de una historia admirable. Llegó a Sudamérica desde el Caribe a los 20 años y estuvo a punto de tener que volverse a su país sin siquiera poder mostrarse en un entrenamiento. Más adelante, le tocó vivir desde muy lejos una de las peores tragedias naturales que sufrió su país. Sin embargo, logró forjar una interesante carrera que hoy lo tiene con la ilusión de jugar la Copa América para su país ante rivales como Brasil, Ecuador y Perú.
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“Dichosos los que no han visto y sin embargo creen”, le dijo Jesús al apóstol Tomás, quien en un principio no había creído en su resurrección al no haber estado presente cuando se produjo su primera aparición frente a los otros 10 apóstoles. Esta frase bíblica (Juan 20:29) puede parecer algo descolgada en un artículo periodístico sobre fútbol de ascenso, pero si se tiene en cuenta la ferviente fe en Dios con la que Judelin Aveska afrontó los difíciles desafíos y situaciones que debió atravesar para hacerse una carrera, entonces si se encuentra cierta correlatividad.
Nacido el 21 de octubre de 1987 en Cabo Haitiano, República de Haití, Judelin forjó desde pequeño una carrera futbolística que al día de hoy lo tiene como parte del Seleccionado haitiano de fútbol. No le fue fácil, ya que en varias ocasiones tuvo que tomar decisiones y aceptar propuestas que muchas veces no mostraban con claridad qué podía llegar a suceder en el futuro. “Cuando era chico empecé en una escuela de fútbol de mi barrio, y de ahí me fui a Puerto Príncipe, la capital de Haití. Fue complicado, porque mi padre siempre me inculcó el estudio como la máxima prioridad”, comenzó Judelin la charla con Interior Futbolero.
Sin embargo, llamó la atención rápidamente y consiguió gracias a su talento ser tenido en cuenta para jugar en las selecciones juveniles sub 17 y sub 20. Fue así que conoció a Claudio Frías, un técnico argentino que coordinaba estos seleccionados y que en 2007 le habló sobre una chance de ir a jugar a Sudamérica. “Me propuso ir al Uruguay para jugar en Nacional, donde él había probado a otro haitiano que no le había ido muy bien, cuando conocí esa historia muchas ganas no me dieron de viajar, pero sabía que era una gran oportunidad y además ya me habían pagado los pasajes para ir. Estuve un mes en Montevideo pero como no me salía la visa no pude entrenar y se me empezó a acabar el plazo para quedarme”, relató respecto a sus primeros pasos en suelo rioplatense.
Fue un momento muy difícil para Judelin porque además, para agregar dificultades, hablaba muy poco español. “Gracias a Dios, conocí a Nacho Vidal, un hombre del fútbol de Bahía Blanca que en aquel momento era un estudiante universitario y que me ayudó con todo lo que pudo”, reconoció. Pero el plazo en Sudamérica se agotaba inexorablemente, hasta que tres días antes de volver a Haití, en un paseo con Vidal por Buenos Aires se le abrieron de forma inesperada una gran oportunidad: “Pasamos por el Monumental y Nacho, que tenía conocidos allí, consiguió que me dieran una oportunidad de mostrarme en River. Sabía que era una posibilidad mínima, pero tuve fe en Dios y me incluyeron en una práctica de fútbol. La verdad que al coordinador de inferiores de aquel momento no le gustó nada de mí, pero estaba Jorge Tapón Gordillo (quien fue como mi padre en la Argentina) que logró convencerlo para que me dieran un poco más de tiempo”.
Juedlin logró incorporarse a las divisiones juveniles de River y no sólo pudo, de una vez por todas, empezar a practicar sino también a estar contenido y alimentarse de manera sana cuatro veces por día con “comidas deportivas”, según las calificó: “cuando estaba en Haití comía una vez por día y era lo que había”. Tres meses más tarde, por recomendación de Guillermo Rivarola y parte del cuerpo técnico de Daniel Passarella, entrenador del Millonario en 2007, fue subido al plantel de Reserva. “Y estuve a un paso de la primera, llegué a concentrar y formé parte del banco de suplentes una vez que River jugó en Bahía Blanca contra Olimpo. Ese era un equipo con grandes jugadores como Ariel Ortega y Radamel Falcao por ejemplo”. Pero de repente el sueño se truncó: Passarella renunció y en su lugar llegó Diego Simeone con un nuevo cuerpo técnico. Le dijeron que no iba a tener lugar y le terminó surgiendo la posibilidad de ir a Mendoza para jugar en Independiente Rivadavia. “Yo no me quería ir, estaba muy cómodo en la pensión, lloré, pero me dijeron que no iba a tener posibilidades. No me quedó otra que aceptar”, recordó el defensor.
En Mendoza se volvió a encontrar con el Burrito Ortega, a quien Judelin lo recuerda como “una gran persona, desde el primer momento me dijo: ‘no te preocupes, vamos a ir juntos para allá y te voy a apoyar en lo que pueda’, esas palabras fueron importantísimas para mí”. Finalmente, las tierras cuyanas le sentaron bien, encontró allí un suelo fértil para seguir con su formación como futbolista pero, más importante aún, para forjar una familia: “En Mendoza conocí a mi mujer y hoy en día estoy terminando de hacer mi casa allá. Estoy muy agradecido con la gente de Independiente Rivadavia, me han tratado realmente muy bien”.
De todas maneras, en Mendoza también le tocó vivir tal vez uno de los momentos más complicados y angustiantes de su vida. El 12 de enero de 2010 se registró en Haití un fuerte terremoto con epicentro a 15 kilómetros de Puerto Principe con consecuencias devastadoras: 316.000 personas fallecieron durante el sismo y sus réplicas. “Fue muy difícil todo. Me salvé por un detalle no haber estado en Haití, fue Dios quien me hizo estar aquí en Argentina. Unos días antes estaba en la casa de un amigo en Estados Unidos y tenía planeado pasar por Haití antes de retornar a Mendoza. Mi amigo me dijo que quería conocer Argentina y entonces cambié los pasajes y suprimí la escala en Haití. Recuerdo que la mañana de los terremotos Walter Ledesma, mi compañero de concentración en Independiente Rivadavia, entró a la habitación y me dijo ‘Jude, los haitianos se están muriendo’. Yo pensé que me estaba cargando, porque además no tenía ni idea de lo que significaba la palabra terremoto en español. Cuando prendí la televisión no lo podía creer”, recordó Judelin.
Haití, el país más pobre de América en aquel momento según el Índice de Desarrollo Humano de las Naciones Unidas, no estaba preparado en absoluto para semejante catástrofe natural; las imágenes que se mostraban por televisión confirmaban el frío número estadístico de la ONU. “Fue una situación muy angustiosa, porque yo estaba acá y me ganaba la impotencia, rezaba mucho. Además, por momentos se me hacía muy difícil seguir minuto a minuto lo que ocurría en mi país. Gracias a Dios mis familiares no la pasaron muy mal, pero si debí lamentar el fallecimiento de dos amigos”, agregó Judelin, que con su fe ciega en Dios ayudó como y desde donde pudo y continuó su camino hacia adelante.
Y una manera de estar cerca de su país fue y es a través del Seleccionado Nacional, con el cual lleva disputados más de 50 partidos oficiales. Con más de diez años de trayectoria con los colores de Haití, fue recientemente convocado para la última fecha FIFA en la cual su equipo disputó partidos por las eliminatorias de la Confederación de Norteamérica, Centroamérica y el Caribe de Fútbol (Concacaf) para el Mundial de Rusia 2018. “Perdimos el último partido con Panamá y quedamos muy comprometidos para entrar al hexagonal final, estamos prácticamente eliminados”, detalló acerca de esta última experiencia. Sin embargo el horizonte es claro para Judelin Aveska: la Copa América Centenario, a la cual Haití clasificó tras vencer en un repechaje Trinidad y Tobago.
“Ahora se nos viene la Copa América, creo que tengo muchas posibilidades de estar y participar para representar a Haití y glorificar el nombre de Dios, que me permite tener estas posibilidades. Esperamos hacer un gran papel, más allá que el grupo que nos tocó…”. Claro, es que junto a Haití, el grupo B estará compuesto por Brasil, Ecuador y Perú. “Para nosotros es el grupo de la muerte, aunque creo que cualquiera lo hubiera sido”, reconoció entre risas, y agregó que “es una gran motivación jugar contra ese tipo de equipos, sobre todo por los jugadores que los componen. En 2013 tuvimos la oportunidad de jugar con España, que venía de ser el último campeón del mundo, e Italia. Todos decían que nos íbamos a comer seis goles, pero con España perdimos 2 a 1 y con Italia empatamos 2 a 2. El fútbol hoy en día puede dar cualquier sorpresa, estamos convencidos de eso. Somos un grupo que cree mucho en Dios, sabemos que Él estará para ayudarnos y nosotros para agradecerle”, detalló convencido.
De todas formas, Judelin reclama por un mayor desarrollo en el fútbol haitiano: “está muy atrasado, el futbolista haitiano sufre mucho, porque hace falta infraestructura, mejores canchas, sponsors… Encima ahora, República Dominicana, que son nuestros hermanos pero también nuestros rivales y nunca hizo nada en el fútbol ni nunca nos gana, ahora a base una buena inversión comenzó a desarrollarse y nos está alcanzando. Eso demuestra que si se invierte bien se consiguen resultados”.
Tras cinco años de experiencia en Independiente Rivadavia, Judelin comenzó a transitar otros caminos que por caso le dieron, entre 2013 y 2016, la oportunidad de vestir los colores de Gimnasia de Jujuy, Juventud Unida de San Luis, Almagro, y que hasta lo llevaron a un breve paso por el fútbol de la India. Este año, recaló en Concepción del Uruguay para jugar en un Atlético Uruguay pelea por un ascenso al Federal: “llegué porque me pidió Luis Tonelotto, nuestro entrenador, que fue compañero mío en Independiente Rivadavia. Llegaba de jugar en la India y tenía ofertas de Unión Villa Krause y Gutiérrez de Mendoza para jugar en el Federal A. Pero tenía las ganas de venir para acá a pesar de ser una categoría más baja porque sé que Luis es una persona muy sincera”. Al momento la experiencia es buena, el Decano terminó primero en la zona 5 del Federal B y ahora espera el cruce de octavos de final ante Defensores de Salto.
Con experiencia en la B Nacional, B Metropolitana y Federal A, Judelin no tiene dudas a la hora de hacer un balance del Federal B: “Cada categoría que se baja el desafío es más difícil, todo es más complicado: los viajes, las canchas y a veces los árbitros. Pero es cuestión de adaptarse, por ahí para mí no tanto que soy defensor, porque en el Federal B se mete mucho y a mí eso me encanta”.