“Las cuentas siempre se hacen al final”. El aserto – de elaboración propia o adquirido, lo mismo da – fue la bandera enarbolada por Iván Potepan y detrás de la cual se amalgamó todo PSM Fútbol cuando el nivel de juego y los resultados parecían haber alcanzado un estadío de meseta. La misma aseveración es la que repitió el DT el domingo, con expresión de “se los dije” en el rostro, tras la victoria sobre La Emilia y la clasificación a la etapa eliminatoria del Federal B.
Otra marca más en la corta pero fructífera historia de este equipo, sobre el cual los medios periodísticos de otras latitudes argentinas empiezan a averiguar. Preguntan por número de teléfono: no tiene, más allá de los móviles de los dirigentes. Preguntan por fecha de fundación: es incierta. ¿Cuál es la fecha de nacimiento que debe registrarse? No es la del Polideportivo de Puerto, aunque esa institución sea la que tiene la ficha de afiliación a una Liga (la Sanlorencina) afiliada a AFA, requisito de cumplimiento insoslayable para poder participar en torneos organizados por la entidad madre, y aunque en la lista de buena fe de PSM figuren jugadores que pertenecen a ese equipo. Pero la relación llega hasta allí. Ni la camiseta negra y verde tiene relación con la del Poli ni existen divisiones inferiores de PSM.
Pero este equipo que acaba de meterse entre los ocho postulantes a uno de los ascensos al Federal A (tercer nivel del fútbol profesional nuestro) es un legítimo representante del fútbol de por acá, por más que no se haya insertado todavía en el sentimiento general de la región. “Lástima que no se sumó la gente de General San Martín”, dijo el intendente puertense Carlos De Grandis, emocionado por la clasificación, “porque ésa era la idea original, ya que es el equipo con más historia y más hinchada. Jugué toda la vida allí y sé de lo que hablo, pero las cosas se dieron así y este equipo, este cuerpo técnico y este plantel, son motivo de orgullo”.
Y cuando de declamar orgullos se trata, las disquisiciones de orden sicológico pierden sustancia.
PSM Fútbol mostró hasta acá – amén de consideraciones sobre presupuestos a disposición – una plausible intención de manejarse con un sentido profesional tan alto como inédito en la historia regional. Desde la diagramación y la ejecución de los entrenamientos, tanto en pretemporada como en torneo, hasta la planificación de partidos, en las facetas táctica y estratégica primordialmente, pero en la estructuración previa también, con viajes, transporte, comida y concentraciones. Así, los que ya conocen las mieles del profesionalismo pueden ver que su labor no se desvaloriza y los recién llegados a estas ligas encuentran una muy buena chance para sus carreras y que no tienen motivo para no dar todo de sí.
Independientemente de gustos futbolísticos, el desempeño del entrenador deja más de una certeza. Está comprometido ciento por ciento con su labor y con este proyecto y adjudica a cada partido importancia capital, demostrándolo con modificaciones tácticas ad hoc según calidad, plantilla e intereses del rival, y hasta considerando dimensiones y características del campo en el cual toque jugar. Incluso la decisión de priorizar la competencia en el Federal por sobre la Copa Argentina (otra participación histórica) enmarcó esa firmeza, porque aún rotando jugadores, el equipo no perdió seriedad: siempre como visitante, pasó dos rondas y mortificó a La Emilia en la tercera.
Ah, La Emilia. El equipo que los Verdinegros eligieron como archirrival desde aquella final de abril pasado fue el contrincante de la última fecha, a la cual arribó con el paso a la instancia venidera garantizado, mientras que PSM sabía que ganando pasaba y que empatando enía amplias chances de hacerlo. Pero ninguna especulación obstó para que el local saliera a tratar de forjar su propio destino. Con el notable acierto táctico de correr a Cardozo desde la izquierda hacia el centro, realizó un copamiento del mediocampo que fue decisivo al establecer primacía sobre los dos volantes centrales del Pañero a fuerza de presión y robos de balón. Así logró pegar primero y temprano: quite de Cardozo, arranque por izquierda de Tarabini (otro mérito de Potepan el ubicar a Walter en el extremo zurdo del ataque, aunque no encorsetado contra la raya) llevando gente a la rastra y cesión para la diagonal de Monzón, que anotó con tiro bajo ante la salida de Beovides.
Desde allí, los méritos que asistieron a PSM – con Villalba y su habilidad incisiva como punto más alto – transformaron en escueto el 1-0 del primer tiempo, ante un equipo que, con varios habituales suplentes en cancha, sólo contó con un tiro desde el borde del área como muestra ofensiva y que se exhibió sin reacción y tácticamente casi hemipléjico, ya que intentó casi siempre por izquierda.
Como consecuencia de la propia tarea y porque La Emilia permaneció preso de inacción – apenas si corrió a Bustos de izquierda a derecha en la cancha de arriba -, el segundo tiempo se jugó dentro de cánones similares, con Monzón menos participativo pero con la creciente figura de Ramiro González. El futuro Doctor en leyes dictó cátedra de dinámica y de claridad conceptual, corriéndose a la derecha para auxiliar a Villalba cuando el despliegue de éste le restó piernas y organizando juego a puro toque y orden. El fútbol no sabe de lógica, pero sí de premio al mérito, por eso fue el exTiro Federal y Terlizzi de Italia quien definió la historia con una peinada tras tiro libre de Cardozo.
Llegará el tiempo de las definiciones mano a mano. En enero, el primer “a cara o cruz” será ante Sportivo Las Parejas, a quien ya superó por Copa Argentina, pero éste será un episodio diferente cuyo guión habrá que componer desde cero. La cuestión central es la inspiración para escribir cada historia. El irlandés James Joyce – autor de “Ulises” – tomaba unos seis litros de cerveza diarios para inspirarse. En cambio, esos jugadores que empaparon en agua a su entrenador a modo de festejo encuentran en el “todo” el combustible que pone en marcha el motor de la ilusión, con un sentimiento de pertenencia que ya quisieran para sí los equipos más pintados. Potepan suele citar la frase que dominaba los vestuarios del Puebla de México en los ’80: “Nadie es tan importante como Todos Juntos”. Todos juntos en PSM, un verdadero equipo de fútbol.