Jonathan Morán había sido pieza clave del Depo sin haber marcado un solo tanto en 15 partidos. Pero se sabe que un delantero vive del gol, y al Chengue le llegó cuando el equipo más lo necesitaba.
Por Walter Rodríguez (Diario Río Negro).
¿Puede un delantero que salió ovacionado del Maiolino por los hinchas de Deportivo Roca el último domingo ser el mismo que vive enfrente de la entrada principal de la cancha Argentinos del Norte? ¿Puede un futbolista traspasar la intolerancia del tablón y despertar simpatías más allá de su origen y pasado? Puede.
La pasión de Jonathan Morán se mete bajo la piel de cada color que le ha tocado defender. Su génesis en el Azulgrana del Barrio Tiro Federal no le ha impedido ser admirado y querido hoy en el Naranja, en 25 de Mayo o en Pillmatun o Cipolletti, de donde se trajo el apodo de Chengue, bautizado por el Ruso Henry Homann. Sin dudas que el juego de Morán es especial. Sino cómo se explica que un artillero que estuvo 15 fechas sin marcar un tanto sea tan considerado por la afición como si fuera el goleador del equipo.
«El Negro estuvo negado con el gol, pero es el que ha hecho el trabajo sucio arriba. Banca la pelota, soporta al defensor, gira y toca de primera. Va a todas y tiene mucho sacrificio», lo describe Diego Landeiro, quien hace tres fechas atrás le quitó la titularidad y recién se la devolvió ante los bahienses el domingo, donde por fin llegó el desahogo de Morán.
Por el momento que vive el equipo en la zona 1, donde hay siete equipos con chances de pasar a la siguiente fase a falta de dos fechas, el gol del Chengue no sólo sirvió para cortar con su maleficio en la red sino que además le permitió al Depo ganar el partido más importante del torneo hasta ahora. Los que vienen serán igual de decisivos, pero el pasado domingo en el Maiolino el equipo de Diego Landeiro se sacó de encima a un rival directo en la lucha por la clasificación, además de encarar la recta final como uno de los líderes de la zona.
«Jamás me pasó de estar tanto tiempo sin marcar», jura Morán. «Veía pasar los partidos… el debut con Cipolletti (1-0), el partido con Alvarado en Mar del Plata (1-0), después vino Madryn (2-2) y yo seguía sin meterla. No lo podía creer. Terminó la primera rueda, quedamos primeros invictos pero yo no había hecho un gol. Llegó el partido de vuelta con Madryn allá (fecha 12, Roca cayó 1-0) donde me erré un gol increíble. Si lo metía, le hacíamos tres por lo menos, porque ellos no nos podían llegar. No sé que me pasó, se me corrió el arco. Cuando vi que la pelota se iba pegada al palo, no lo podía creer. Cuando volvimos, Coco me dijo que iba a ir al banco.
-Landeiro dijo que te sacaba del equipo para quitarte presión. ¿Fue así?
-Si, así fue. Me dijo que estaba haciendo bien las cosas para el equipo, pero que necesitaba que cuando yo volviera a estar entre los once, no entre pensando en el tiempo que hacía que no marcaba. A nadie le gusta estar en el banco, pero creo que fue positivo para mí porque sabía que iba a volver con otra mentalidad. Cuando me tocó entrar en los segundos tiempos, hice lo de siempre, y me sorprendió un poco que después del partido con la CAI (0-1) Coco me dijera que iba a volver al equipo. En la práctica de fútbol hice tres goles y el domingo por fin pude gritar por primera vez en este torneo. La verdad es que me hizo bien salir.
-Al menos hasta el final de la primera rueda, y a pesar de tu sequía, el equipo venía invicto.
-Pero con el correr de los partidos me fui dando cuenta que, al volver a casa, llegaba en un 70 por ciento. Ese 30 por ciento faltante es el que me hizo hasta llorar de la impotencia. Me decía: «En el próximo la metés, el próximo se da…», y así. Por suerte estoy bien de la cabeza, porque sino no sé qué hubiera pasado. Yo soy muy creyente y sé que Dios me ayudó en eso. Me refugié en él cuando las cosas no salían.
Sobre la mesa de la casa de Morán descansa una Biblia, que sin dudas ha sido de consulta constante para el Chengue en este tiempo de gritos vacíos, que por suerte para él y el equipo se llenó de gol en el último encuentro.
-¿Sentiste que fue uno de los goles más festejados del torneo?
-La verdad que sí. Parecía que había como diez mil personas en la cancha (risas)… Yo sólo tengo palabras de agradecimiento para la gente del Depo. Siempre me han alentado más allá de la sequía y a pesar de que saben de dónde vengo. Cuando metí el gol, se me vinieron un montón de cosas a la cabeza y me quería abrazar con todos. Sería un gran premio para este grupo llegar a la segunda fase. Lo merecemos y vamos a dar todo para lograrlo.
Del Azteca a la Confluencia
«Después de salir campeón de la Liga con Argentinos del Norte en el 2010, fui a una prueba que hizo Independiente de Avellaneda en Plottier. Me vio un representante y ahí nomás me llevó a jugar a México. Estuve primero en el Celaya como siete meses, que es de la tercera categoría de allá. Poco después, toqué el cielo con las manos», cuenta Morán sobre cómo llegó al fútbol mexicano.
«Mi representante se contactó con el Atlante y me llevaron a prueba. Y quedé. Estuve más de un año y metí siete goles. Era el sexto delantero del equipo. En el debut le hice un gol al Toluca apenas ingresé. No se si pasaron cuatro segundos. Entré, intercepté un pase de la defensa e hice mi primer gol en tiempo récord. Allí dirigía el Piojo Herrera, el que hoy es DT de la selección de México. Después pasé al Mérida, pero como no estaba drafteado (es como la NBA) me tuve que ir. Ni mi representante y menos yo sabíamos de qué se trataba. No sabía qué hacer y decidí volver. Me vine a jugar a Pillmatun. Pasé de jugar en el estadio Azteca a jugar en canchas de tierra».